Y quizá, los hombres, a partir de la ética (J.A. Marina no va desencaminado, aunque haya atajado por la senda raciona-lista), intentan reunirse después de la “diáspora” por la Torre de Babel, y redactar algo que lla-man algunos axiomático pero que es innato y, por ello, propio del hombre. Pues Dios se lo dio.
Pero la sociedad está desnortada
(hasta temerosa, diría) de un Dios que no quiere conocer. Con lo cual, todo lo
que “ese” Dios nos ha dado, que nos ayuda a descubrirlo en nosotros mismos,
ahora resulta que es el hombre quien se lo ha autootorgado… ojo, como “proyecto
fundacional”, necesitado de la valoración axiomática de cada miembro de la
Humanidad… (De nuevo, el consenso… Eso sí que es utópico.)
«Generación de cabezones,
me asqueáis con vuestro orgullo.
Depositad toda la confianza
en el hombre, y pereceréis.
Las ciencias seguirán en la
oscuridad
y vuestro oído embotado
se solidificará encerándose
hasta el fin de los tiempos,
por efecto de vuestra vanidad.
“Ni el ojo vio, ni el oído oyó”,
ni el sabio supo jamás.
Sed humildes, “no endurezcáis el
corazón”.
Retornad a vuestro Padre que
espera
virad la mirada al Hermano
que en la Cruz aguarda
habiéndoos asumido
amorosamente hasta el extremo.
Y alcanzaréis por fin en vida
esa alegría, felicidad o
salvación
que tanto anheláis.
Compartiréis el reino con el
Amor.
Pero sólo si volvéis al vientre
de donde nacisteis;
si de nuevo sois “nasciturus”,
y os rebautizáis con el
Espíritu.
Sed humildes, Dios espera».
(Escrito en Murcia, 16.10.1995)
Bibliografía: Sobre la dignidad y la "digneidad", cf. Mariano Moreno Villa (dir.), Diccionario de pensamiento contemporáneo. Paulinas, Madrid 1997 (varias voces: dignidad-digneidad, persona, otro, etc.).
(El diseño de la imagen inicial es de mi amiga "Brisa Diseños", cuya página es ésta.)
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