Hablando al calor de la amistad, al amparo de la brisa 'mayera' [de mayo] y al socaire de la reflexión compartida, surgió un tema interesante en la conversación que fluyó durante cierto lapso de tiempo alrededor de Tolkien, lo tolkienano [o tolkieniano o tolkienero o tolkienense {en plan gentilicio}, según gustos] y lo relativo a ese nuevo continente descubierto o inventado llamado como su autor, lingüista inglés, profesor oxfordiano, en el Cambridge College (puesto que allí funcionaban con el esquema de colegios universitarios, algo así como los antiguos colegios mayores universitarios españoles), también poeta y mucho más conocido como novelista, que no es otro sino, precisamente, el mismo John Ronald Reuel Tolkien (o, sencillamente, Tolkien a secas).
Su obra -que viene a ser, como digo, propiamente un continente o, aún más, un propio universo, creado por él, nacido de su mente, de su gran inventiva, fruto de sus estudios lingüísticos universitarios, de su ternura familiar (porque mucho de lo escrito fue pensado para leérselo a sus hijos, como cuentos o similares) y, en definitiva, de su buen hacer- es variada y muy conocida para los forofos o fans [palabra que, por cierto, viene de 'fanático' (con tintes negativas), aunque en su modo abreviado tiene un significado positivo], pero quizá desconocida para los aficionados primerizos o los que por primera vez se acercan a sus obras, una vez han pasado por el cine (recordemos que han versionado cinematográficamente su gran obra de tres tomos titulada El Señor de los Anillos (en tres películas relacionadas); además de existir una antigua pelicula de dibujos animados sobre El Hobbit, tema que ahora ya existe en película pero aún no traducida ni comercializada en ámbito hispanohablante).
Concretamente, quería dejar constancia de una cierta diferencia en torno a la cronología en la literatura en general, y en la literatura tolkieniana en particular; de modo que podríamos distinguir entre tres tipos diferentes de cronología, en tanto en cuanto nos fijemos en el texto (en su contenido); o bien en el contexto que dio pie a la obra y el que rodeó su publicación; o bien, incluso, en el metatexto (fuera o más allá del texto), que queda fuera del control del autor (y de su texto) pero que tiene que ver con el texto, en el sentido del influjo ejercido por el texto en el lector. Me explico:
1) cronología propia o intrínseca (del texto): todo texto tiene una cronología propia o intrínseca al texto, en función de la cual van sucediéndose las acciones ('actos', diríamos en un marco de literatura teatral o de dramaturgia) y, por tanto, se va formando la trama del propio texto, dando lugar a una historia bien formada y con sentido;
2) cronología directa (o extrínseca al texto): es aquella cronología que influye directamente en la producción del mismo texto, y aquella que condiciona su edición, su publicación y su puesta en conocimiento del público lector o distribución; aquí tienen que ver mucho los factores extrínsecos al texto (contexto) pero quizá intrínsecos al autor, como, por ejemplo: para quién escribió sus obras (a quién o quiénes iban dirigidas inicialmente, antes de ver la luz de la publicación), o bien en qué tiempos fue produciendo sus obras, de modo que en ese orden (o en otro aleatorio) fueron llegando al editor y, posteriormente, a la imprenta, para ser puestas en circulación; etc.;
3) cronología indirecta o afectiva (en función del metatexto): más allá de todo lo dicho, existe otra dimensión que influye igual o más en la historia del texto que el resto de circunstancias descritas y de cronologías explicadas; se trata de la cronología indirecta o metatextual, la cual depende principalmente del lector y de las circunstancias que rodean el encuentro del lector con la obra, su iniciación a la lectura, el acabar la misma lectura, la reflexión producida por ella, los comentarios surgidos al lector -por el solo hecho de la lectura- comunicados a otras personas (lectoras o no de esa obra), etc.; sería una especie de 'cronología afectiva', en el sentido de que todo lo que afecta al lector en su proceso de lectura de la obra, eso mismo supone una propia y muy importante cronología, sin la cual, el lector no tendría memoria de lectura, por lo que no podría comunicar las impresiones causadas por la lectura del texto a otros lectores (antiguos lectores de esa obra, lectores actuales -contemporáneos a nuestro lector protagonista- de esa obra, o posibles lectores futuros de esa misma obra): o sea, 'el boca a boca' que todo autor y, más aún, todo editor, busca que se produzca una vez publicada la obra; esta cronología indirecta o afectiva tiene mucho que ver, pues, con la historia del lector.
Dejados claros los términos respecto de las diversas cronologías posibles, pasemos a ver cómo se puede aplicar eso a algunas obras de Tolkien. Del siguiente modo:
1) cronología propia o intrínseca de las obras de Tolkien: sus obras describen hechos ocurridos (imaginariamente) en tiempos diferentes, de modo que podremos establecer un orden de lectura de las obras, en función de la cronología interna; así tendríamos:
1.º El Silmarillion;
2.º El Hobbit;
3.º El Señor de los Anillos (3 tomos);
4.º Cuentos inconclusos (2 tomitos).
--primero El Silmarillion, ya que cuenta la creación de todo el universo tolkieniano («En el principio era Eru»), la aparición de sus habitantes (elfos, enanos, hombres, hobbits, semielfos o mediohombres, ents -pastores de árboles-, orcos -elfos corrompidos-, etc.; ...¡hasta magos!...), la Tierra Media, etc. -mucho de ello sale, precisamente, a lo largo de los tres tomos de El Señor de los Anillos-; aquí tienen mucho que ver la lingüística, la genealogía, la geografía, la cartografía..., todas ellas, ciencias auxiliares de la historia, a la hora de describir y de narrar unos acontecimientos concretos; los subsidios lingüísticos, genealógicos, geográficos-cartográficos, con sus respectivas tablas, listados, índices..., suelen ir adosados en formato de anexos al final del libro; es de lectura densa porque denso es su contenido y, con todo, es de lectura apasionante, pues los hechos narrados serán más tarde «los tiempos antiguos», algo tan propio de la literatura épica, de aventuras y de ciencia-ficción, que tanto gustaba a Tolkien;
--por su parte, El Hobbit narra «el relato de una ida y de una vuelta», trayecto o viaje (recordemos que la literatura de viajes tiene un lugar importante en la Historia de la Literatura) de un hobbit, que a partir de esta obra se hará famoso: Bilbo Bolsón, de la Comarca; esto ocurre cuando de los hechos narrados en El Silmarillion ya nadie se acuerda..., bueno, nadie nadie no, alguno lo recuerda con dificultad (Gandalf el Gris, que ha de mirar manuscritos antiguos -como vemos que ocurre en el primer tomo de El Señor de los Anillos- para recordar las inscripciones del anillo encontrado por su amigo Bilbo...) y algún otro lo recuerda con total nitidez (Elrond, pues, como inmortal que es en cuanto elfo, estuvo presente en la batalla contra Sauron y vio con sus propios ojos cómo el anillo de Sauron -el que hacía inclinarse a los 7 anillos- no era destruído sino que comenzó a colgar del cuello de un hombre, un gran hombre, pero que por efecto del anillo se hizo no sólo mediocre sino totalmente odioso y envidiado, cosa que le llevó a su muerte, a la suya y a la de muchos otros -el hobbit que mata Esmígol para tener el anillo, convirtiéndose al cabo del tiempo en Góllum-, etc.; hechos que también se rememoran en el primer tomo de El Señor de los Anillos -«La Comunidad del Anillo»- en una conversación de Elrond con Gandalf el Gris, precisamente en la Casa de Elrond);
--en cuanto a El Señor de los Anillos (3 tomos), ya citado varias veces, éste centra su relato en la Tierra Media, con la misma geografía ya aparecida en El Hobbit, aunque ampliada aún más (podríamos decir que el mismo viaje de Bilbo Bolsón -que en resumidas cuentas aparece en El Hobbit- lo realiza su sobrino Frodo Bolsón, ambos de la Comarca, aunque éste lo hace en compañía de «La Comunidad del Anillo» y, luego, acompañado sólo de su gran amigo Samsagaz y, posteriormente, acompañados por Góllum, hasta el final); la geografía, pues, está descrita con todo tipo de detalles (por eso son tres tomos y no uno solo) e incluye una cantidad ingente de personajes -con sus propias historias o biografías particulares-: personajes que entran y salen, personajes que entran y permanecen en la historia hasta el fin, o bien que entran, actúan heroicamente y mueren en medio de la batalla..., porque de una batalla trata esta obra, o mejor dicho: de una gran guerra, cuyo inicio acaeció en El Silmarillion y cuyo desencadenamiento -aunque nadie lo sabe, excepto algunas sospechas iniciales de Gandalf y la posterior confirmación de esas sospechas por parte de Elrond- se ha producido a raíz de los hechos narrados en El Hobbit (el encuentro del anillo, «el Anillo» de Sauron, por Bilbo, por lo que su verdadero dueño, Sauron, el Señor Oscuro, comienza a saber que su Anillo sigue existiendo y no ha sido destruído y pretende recuperarlo "a toda costa" -y "toda" quiere decir "toda, toda": unas cuantas batallas decisivas y la gran guerra incluidas...-);
--por último, los Cuentos Inconclusos (en 2 tomitos) vienen a desarrollar algunas biografías e historias de ciertos personajes aparecidos a lo largo y ancho del continente llamado "El Señor de los Anillos", puesto que con tanto personaje, siempre se podía quedar alguno colgado de la trama o no explicado del todo, o bien es que ese personaje daba para mucho más que para unas simples líneas o hasta páginas en la Trilogía, de modo que se podía merecer o se merecía, de hecho, su desarrollo como personaje central de su propia historia, y no como mero participante en la gran historia contada en la Trilogía mencionada; tal es el caso de Tom Bombadil, personaje hogareño y bonachón, podríamos decir que uno de los "ayudantes" de los protagonistas de El Señor de los Anillos; personaje que, por cierto, sale en los tomos escritos de la Trilogía, pero no así en su famosa versión cinematográfica en tres entregas, lo cual siempre es una pena (entendible por tratarse del cine), dado el carácter benéfico del personaje.
Muy bien; ya hemos recorrido, obra tras obra (en bloque), la cronología propia o intrínseca de cada una de ellas. A continuación, toca decir algo respecto de la cronología directa o extrínseca, cronología contextual, en definitiva, de las mismas obras:
2) cronología directa o extrínseca de las obras de Tolkien: ahora vamos a ver cómo cambia la cronología directa o extrínseca de las obras de Tolkien en relación con la cronología propia o intrínseca de esas obras, cosa que ya se ha explicado arriba:
1.º El Hobbit;
2.º El Señor de los Anillos;
3.º El Silmarillion;
4.º Cuentos inconclusos;
--El Hobbit: resulta que Tolkien comenzó por publicar primero esta obra, que contiene en síntesis, un resumen de todo lo que sucederá en El Señor de los Anillos o, por mejor decir, viene a ser como una bonita e inquietante (a la vez) profecía de lo que luego, pasados los años (cuando Bilbo Bolsón ya se sienta muy viejo y desee despedirse de la Comarca), acaecerá y sobrevendrá sobre la Tierra Media... Desde el punto de vista editorial (teniendo en cuenta qué reacción podía causar en el público lector), podemos entender que era mucho menos arriesgado publicar un solo tomo (El Hobbit) que 3 (El Señor de los Anillos) al mismo tiempo o seguidos [en plan como lo hacían los folletines del tiempo, que se publicaban por partes en los periódicos de la época];
--El Señor de los Anillos: esta obra vino a continuación y marcó un antes y un después, mayor que "el antes y después" que había marcado El Hobbit; digamos que vino a ser una consagración del autor, el mismo que ya había hecho su aparición y había tenido su propia presencia cualificada en el mundo literario anglosajón con su primera obra publicada (El Hobbit). Nos consta [gracias a la ingente labor investigadora del biógrafo de Tolkien y del posteriormente biógrafo de "los Inklings", Humphrey Carpenter] que varios fragmentos de esta obra triple los fue leyendo Tolkien en las veladas que pasaba con "los Inklings", que eran como su pandilla de alta alcurnia, formada por Clive Stape Lewis (el autor de "Crónicas de Narnia", converso y autor también de "Cautivado por la Alegría", que fue el libro con la historia de su conversión); de Warren Lewis, interesante y culto hermano del anterior (que hacía las veces de cronista particular de los Inklings); de George Williams (periodista por necesidad, afamado poeta y peculiar conferenciante solicitadísimo en el momento a lo largo de la "geografía universitaria oxfordiana" y numerosos otros aledaños); de Owen Barfield (autor muy relacionado primero e influído después por la antroposofía, cosa que le hacía gracia a Williams, no se la hacía tanto a Tolkien y era combatida amigablemente por C.S.Lewis -como siempre, combativo-); así como otros amigos (médicos, militares), personajes menos conocidos para el público en general, pero todos ellos muy interesantes y realmente curiosos a la hora de relacionar unas cosas con otras, concretamente las incidencias de la vida cotidiana en la producción por parte de Tolkien de sus obras, objeto de nuestra reflexión-informativa; por cierto, que en la última etapa de "los Inklings" formó parte del grupo Christopher Tolkien, hijo de J.R.R.Tolkien, quien incluso llegó a leer -mejor que su padre (en opinión de C.S.Lewis)- algunos de esos fragmentos u hojas sueltas de El Señor de los Anillos...
--El Silmarillion: precisamente el último en ser mencionado en el párrafo anterior fue el editor de esta obra: Christopher Tolkien, el hijo heredero de la labor literaria de su padre, fue el que recogió los papeles relativos a la historia primigenia de la Tierra Media, al momento en que fueron creados todos los seres-personajes, todas las realidades que luego se van a ver enfrentadas, en un duelo universal, en El Señor de los Anillos; pero antes de escribir la Trilogía propiamente dicha, Tolkien (padre), experto en lingüística, amante de las tradiciones literarias del Norte de Europa, de las leyendas célticas, etc., compuso toda una serie de materiales de primera mano, originales por supuesto, que sirvieron para construir sobre ellos (para fundamentar) todo el relato posterior de la Trilogía; todo ese material, ordenado, estructurado, etc., fue puesto a la luz de la imprenta por su hijo Christopher, quien nos regaló un gran testimonio literario con esa edición, a sabiendas de que su padre no sólo había escrito algo importante, sino que había creado (casi de la nada) todo un universo, que llegaría a influenciar al mundo entero (como somos testigos los de esta generación)... Por tanto, El Silmarillion es una obra póstuma de J.R.R.Tolkien, aparecida en tercer lugar.
--Cuentos inconclusos: de la misma manera que Christopher Tolkien reunió y ordenó y dio estructura a los papeles de su padre a la hora de publicar El Silmarillion, igualmente ocurrió con estos Cuentos inconclusos, que precisamente su padre les leía de críos como pequeños cuentos, bien para entretenerlos (como cosa lúdica) o bien para dormirlos (típica escena del padre leyendo un cuento a su hijo, para ayudarle a dormir). En estos dos tomitos se reúnen los relatos que J.R.R.Tolkien dejó más acabados, más pulidos y más completos, de modo que su hijo Christopher estimó que se podían dar a la imprenta, para su publicación y difusión al público lector de Tolkien, que ya era por entonces muy numeroso y, especialmente, muy exigente, dada la calidad literaria del padre (cosa que exigió al hijo tener cuidado y mimar mucho los papeles paternos). Por cierto, que para redactar y publicar luego Los Inklings, Humphrey Carpenter, su autor, contó con la inestimable ayuda y amistad (incluso hasta complicidad, llegado el caso) de Christopher Tolkien, a quien suponemos muy agradecido, evidentemente, al biógrafo de su padre.
3) cronología indirecta o afectiva de las obras de Tolkien: y, por último, vemos cómo puede cambiar la cronología metatextual, la que tiene que ver con las vicisitudes del lector, que son tantas como tantos lectores puede tener la obra tolkieniana...
2.º El Hobbit;
3.º El Silmarillion;
4.º Cuentos inconclusos;
--El Señor de los Anillos: llevado o arrastrado el lector (casi todo lector principiante tolkieniano) por el reciente torrente cinematográfico de hace unos años, causado por el impacto audiovisual, artístico y social de las tres películas de El Señor de los Anillos (subtituladas tal y como se subtitulan los 3 tomos de la obra escrita, a saber: «La Comunidad del Anillo»; «Las dos Torres»; «El retorno del Rey»), es muy lógico que haya leído primeramente esta triple obra cumbre de la literatura fantástica (o "mitopoiéica", siguiendo la expresión tan cara a Tolkien de "mitopóiesis", que sería algo a medias entre el mito y la poesía -mitopoeia-), antes que ninguna otra de Tolkien. Incluso hasta es posible que el lector no iniciado desconozca la existencia de otras obras importantes de Tolkien, como El Hobbit o El Silmarillion, y quizá sepa sólo de oídas que sí, que debía haber otra obra anterior a El Señor de los Anillos, donde precisamente se narra el viaje de Bilbo Bolsón, ese viejecito que sale al principio de la 1ª película de El Señor de los Anillos y también al final de la 3ª entrega de la misma saga cinematográfica..., por lo que intuye que debe haber otro libro y va (asombrado e ilusionado) en busca de él...
--El Hobbit: llegado a encontrarlo, el lector, contento por tal hallazgo, se cree un nuevo Colón, descubriendo por primera vez (para él sí, ciertamente) el continente tolkieniano, el universo tolkieniano, que le parece ya una especie de Edén o paraíso literario, adonde refugiarse cuando los cables internos se le cruzan o cuando, sencillamente, la vida le juega malas pasadas y se queda medio atontado, pensando en qué hizo mal para que esto saliera mal o en qué no hizo para que aquello fracasara... Llegado, pues, a la lectura de El Hobbit, el lector encuentra muchos datos que ya recuerda de El Señor de los Anillos, y hace, curiosamente, el recorrido contrario al de la cronología propia del texto, al de la producción (que vino a ser paralela prácticamente) y al de la publicación (primero El Hobbit, luego El Señor de los Anillos); aunque, con todo, el lector realiza un recorrido lógico, podríamos decir, en orden de importancia (de las obras en sí y socialmente). El lector goza descubriendo todos los datos relativos a Bilbo y a Góllum, entiende un montón de cosas que le eran nuevas (y seguramente se le pasaban desapercibidas -por tal cantidad [bestial] de datos y de personajes y de matices...) a la hora de la lectura de El Señor de los Anillos; también vuelve a encontrarse con los grandes personajes de la Trilogía: con Gandalf, con Elrond, con Galádriel, con Trancos (descubre que entonces le llamaban más bien Trancos y no Áragorn, como aparece hasta la saciedad en El Señor de los Anillos...); en fin, disfruta el lector con este gran descubrimiento y se siente más lleno, más completo; y se llega a preguntar cómo es posible que no haya leído El Hobbit antes, aunque no se lo echa en cara a nadie, ni siquiera a sí mismo...
--El Silmarillion: no todos los lectores de El Señor de los Anillos y El Hobbit (por este orden de lectura) llegan a leer El Silmarillion; algunos se asustan, otros se cansan, otros no se atreven siendo tímidos aún en el continente tolkieniano... Y es que El Silmarillion es mucho Silmarillion... Hay que 'merendar' antes de leer el libro; merendar simbólica o metafóricamente (en cuanto prepararse mentalmente) y merendar literalmente (una buena merienda cuando se lee un buen libro es algo perfecto); digamos que el lector puede revisar antes los anexos, los índices, los subsidios que el libro lleva: genealogías, mapas, tema lingüístico, etc., de manera que se le vaya, poco a poco, el miedo a meterse de lleno (para no salir ya nunca) del mencionado universo tolkieniano... No hay que tenerle miedo, aunque sí respeto, porque la lectura de El Silmarillion viene a ser -valga la comparación- como la lectura del Génesis de la biblia tolkieniana; digamos que hay que leerlo con reverencia y con mucha atención, sacando a la palestra del presente las historias que ya le suenan (del pasado), aparecidas tanto en El Señor de los Anillos (principalmente) como en El Hobbit (algo más de pasada).
Y enterándose -por primera vez, quizás- de que J.R.R.Tolkien tuvo un hijo llamado Christopher Tolkien, que es el editor de la obra que ahora tiene el lector entre manos.
Ahora bien, una vez que el lector haya empezado (y no abandonado) la lectura de El Silmarillion, ya no podrá irse jamás del continente tolkieniano; este gran universo le acompañará de por vida, y cada vez que surja la conversación sobre Tolkien o de algún tema relacionado con él o con su obra, le gustará entrar y formar parte de la misma: para aprender, para rebatir, para compartir, para enseñar... Así es Tolkien y su mundo.
--Cuentos inconclusos: como siempre hay lectores y lectores, el tipo de lector más agudo y más 'fan' (en su sentido positivo) sacará fuerzas, interés y tiempo para buscar, encontrar, devorar lentamente y luego compartir con alguien que se lo permita... la lectura de los Cuentos inconclusos. El lector ya conoce, en buena parte, la obra editora de Chistopher Tolkien, a quien le agradece enormemente que haya regalado al mundo lector la magna obra El Silmarillion (que, incluso, pasa a ser su libro de cabecera, antes que El Señor de los Anillos, porque la ve como más espiritual [como los libros sapienciales de la Biblia: Proverbios, Sabiduría, Sirácida o Eclesiástico, Qohélet o Eclesiastés, etc.] y también más histórica [como los libros históricos de la Biblia: 1º y 2º de Crónicas, 1º y 2º de Reyes, 1º y 2º de Macabeos, etc.], llegando a considerarlo, ciertamente, como el Génesis, el libro primero y principal de Tolkien); así, pues, tan agradecido como está por lo ya leído y lo ya vivido (paralelamente a la lectura o propiciado por ella), busca y encuentra los Cuentos inconclusos, que lee con sosiego, como no queriéndolos acabar, para que le duren más tiempo de lo que en sí duraría una lectura consumista de estos dos tomitos en que están los Cuentos inconclusos.
Pero es que el lector tolkieniano, a estas alturas, no es nada parecido a un lector consumista; es más: nuestro lector es todo lo contrario a ese lectorzucho, al que casi llega a despreciar, no con ánimo de humillarle, sino porque (el nuestro) se da cuenta de que el otro (el consumista) se desprecia a sí mismo, gastando el tiempo en leer sin aprovechar nada de esa lectura, sin que nada de lo leído influya en su vida y la cambie a mejor, sino -como mucho- la cambia a peor (porque le induce a seguir comprando en plan consumista, sin saber muy bien qué leer ni pretender profundizar en nada...). Así que nuestro lector se da cuenta, "cae en la cuenta" («cayendo el alma en la cuenta», dice san Juan de la Cruz al inicio de su Cántico espiritual) de que la lectura de todo lo tolkieniano le ha cambiado por completo, no sólo le ha influido profundamente, sino que le ha dado la vuelta al calcetín de su persona (valga la mezcla de la expresión con la comparación de la persona como si fuera un calcetín -no me peguen por ello...).
Por lo tanto, y para poner fin a esta larga disquisición tolkieniana -hecha por un lector tolkieniano, todo sea dicho, claro está-, el lector, nuestro lector, está contento, alegre (como C.S.Lewis en su Cautivado por la Alegría), porque de algún modo Tolkien ha conseguido su conversión (la del lector) al universo tolkianiano, que es como decir al universo de la justicia, de la verdad, del amor, de la amistad, de la fidelidad, del esfuerzo, del sacrificio, de la benevolencia, de la magnanimidad, de la eternidad...
Así que, como lector tolkieniano, brindo junto al lector de este blog, con copa en alto:
¡¡Por la Tierra Media... que es nuestra Tierra!!
...
Bibliografía de referencia, en que me he basado:
1) Lin CARTER (2003), Tolkien. El Origen de «El Señor de los Anillos». Suma de Letras, Barcelona. (Lo tengo todo subrayado y comentado in situ; lectura que hice en el autocar y en el tren, durante los viajes que realizaba a Madrid cuando estudiaba archivística.)
2) Isabel ROMERO TABARES (2004), En el corazón del mito. La dimensión espiritual de "El Señor de los Anillos". Promoción Popular Cristiana (PPC), Madrid. (Lectura que hice después de adquirir el libro en la librería Argot, de Castellón, para la Biblioteca del Desierto de Las Palmas.)
3) Humphrey CARPENTER (2008), Los Inklings. Homo Legens, Madrid. (Original inglés: The Inklings. G. Allen & Unwin, London 1978.) (Lectura reciente, en 2009, libro que pedí de regalo a mi hermana Mª Begoña para mi 34º cumpleaños.)
4) J. R. R. TOLKIEN (2009), El Señor de los Anillos. 3 tomos. Minotauro, Barcelona (I. La Comunidad del Anillo; II. Las dos Torres; III. El retorno del Rey, con apéndices incluidos). -- ID. (2009), El hobbit. Minotauro, Barcelona. -- ID. (2009), El Silmarillion. Minotauro, Barcelona. -- ID. (1995-1998), Los cuentos inconclusos de Númenor y la Tierra Media. 2 tomos. Minotauro, Barcelona. Todos estos volúmenes suman alrededor de 3.600 páginas (que me leí en su momento, cuando tenía 14 años).
5) Ignacio HUSILLOS TAMARIT, OCD (2011), «Ficción y trascendencia», en Revista de Espiritualidad (Madrid). Tomo 70 (nº 279), pp. 275-284. (Pequeña nota que escribí en el número monográfico [nº 279] titulado «Bellas Artes y Espiritualidad», ideado y coordinado por un servidor.)
Para saber más sobre Tolkien y lo tolkieniano, clicar aquí.
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