12.7.12

¿Mostrar u ocultar la muerte?

Mostrar la muerte con cadáveres (en las series de TV) u ocultar la muerte (en los tanatorios)

Hace casi un mes [de 2012], escribí una entrada titulada: «Criminología por TV», en donde destacaba la cantidad de series televisivas cuyo contexto es el crimen y en las que aparecen cadáveres constantemente, muertes de personas, casos antiguos de asesinatos, criminales y crímenes en serie, etc. Sin decirlo, quedaba patente que el tema de la muerte está a la orden del día.

En una entrada anterior, recuperando un texto escrito hace varios años, reflexionaba sobre “la muerte”, tratándola con cariño, con amistad incluso, de una manera algo curiosa y sorprendente para muchos; esa reflexión se me ocurrió escribirla tras ver la película titulada «¿Conoces a Joe Black?», en donde el personaje de Joe Black es “la Muerte”, y en un modo moderno se va llevando a la gente (se les aparece de manera natural y eso significa que la hora de la muerte ha llegado para esas personas). Sin embargo, ocurre que Joe Black se enamora de cierta chica y pide ser mortal (y por tanto, llegado el tiempo, morir), sólo por experimentar el amor de los humanos. Se le es concedido este deseo y, sin cambio aparente de su persona, reaparece el mismo Joe Black en escena, siendo esta vez mortal y comenzando una vida de amor junto a la chica coprotagonista.

Bien, como vemos, la muerte ha estado presente en varias colaboraciones mías, expuestas aquí al público lector, muy variopinto (internacional y de diversas religiones y confesiones).

Ahora bien, hay algo que me hace pensar: la existencia de los cómodos “tanatorios”. En muchas ciudades europeas (supongo que también americanas) existen los tanatorios; lugares fríos (por más que se quieran hacer cálidos, siguen siendo fríos y algo deshumanizadores), donde se tapa de diversos modos la muerte. La sociedad de consumo, la sociedad líquida, nuestra sociedad occidentalizada… quiere tapar la muerte. Ya no se mueren nuestros seres queridos en casa, sino en el hospital; y quien se encargan de todo (trasladar y embalsamar el cadáver, colocarlo en el féretro contratado, entrerrarlo o incinerarlo, etc.) son los empleados de los tanatorios.

La palabra “tanatorio” viene del griego, “thánatos”, que significa muerte; el nombre de “Atanasio”, en griego “athánatos” (con la “a-” privativa), significa, por tanto, “inmortal”. El tanatorio, en conclusión, sería el lugar donde ver la muerte, cara a cara; y, por el contrario, la muerte se nos esconde, porque es dolorosa, porque es un sinsentido, porque causa dolor y por un millón de razones más, que molestan a nuestra sociedad; de ser la muerte algo cotidiano y aceptado en todo vivir, se ha vuelto -la muerte- en algo excepcional y maldito, que va llamando a la puerta de los desdichados, haciéndoles desaparecer toda alegría, causándoles dolor y preguntas incómodas (existenciales tal vez), cuestiones que durante mucho tiempo fueron pospuestas…

La reflexión que me venía en mente es: si es algo criticable que las series de TV en horario infantil muestren sin pudor cadáveres continuamente y el tema de la muerte esté siempre presente, sin embargo resulta que quizá pueda equilibrar el sinsentido de nuestra sociedad que oculta con los tanatorios la muerte. Los niños no irán al sepelio, al funeral, no verán enterrar a un familiar en la realidad…, pero lo están viendo constantemente (incluso en la versión más tortuosa, que es la forense: con huesos y cadáveres en descomosición) en la televisión, cosa que por un lado los padres y cuidadores intentan que no vean (en la realidad), pero los niños se salen con la suya y lo acaban viendo de muchas formas (en la ficción). De algún modo curioso y sorprendente, la televisión acaba teniendo el papel de “formadora” de los niños. Parece increíble, pero así es. Luego nos quejaremos de que la tele no forma sino deforma; pero es que antes abandonamos la función paterna/materna, familiar y social de formación de nuestros niños y jóvenes. Ésta es nuestra paradoja. Echamos la culpa a un aparato (y a las empresas que lo sustentan), cuando lo propio sería que, anteriormente, los valores pudieran ser aprehendidos y aprendidos, aceptados y asumidos (con normalidad) en casa, en el núcleo familiar, en los grupos sociales y sociabilizadores... No es pedir demasiado. ¿O tal vez sí?



 

(Escrito y publicado el 30 de julio de 2012)

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