PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
SEGÚN LOS CUATRO
EVANGELISTAS
...
...
(momento histórico que narra: la Última Cena desde el
principio hasta el final)
La Cena del Señor
(jueves santo por la tarde)
“Quiero celebrar en tu casa la cena de la pascua”
(Mt 26,17-19 – Mc 14,12-16 – Lc 22,7-13 – Jn 13,1)
Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo que
le había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, Jesús, que había
amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin. El primer día de la fiesta
de los panes sin levadura, cuando se sacrificaba el
cordero pascual, se
acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: “¿Dónde quieres que te
preparemos la cena de la pascua?”. Jesús mandó entonces a dos de sus discípulos, a
Pedro y a Juan, y les dijo: “Id a la ciudad, y
al entrar os encontraréis con un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo
hasta la casa donde entre, y diréis al dueño de la casa: ‘El maestro manda decirte: Mi
hora está cerca; quiero celebrar en tu casa la cena de la pascua con mis
discípulos. ¿Dónde está la sala en la que voy a comer con
mis discípulos la cena de la pascua?’. Él os mostrará en el piso de arriba una
habitación grande, alfombrada y dispuesta. Preparadla allí”. Los discípulos fueron e hicieron lo que Jesús les ordenó: llegaron a la ciudad y encontraron todo como les había dicho; y prepararon la cena de la
pascua.
Al atardecer se puso a la mesa
(Mt 26,20 – Mc 14,17 – Lc 22,14-16 – Jn 13,2a)
Al
atardecer, a la hora determinada, llegó él con los
doce y se puso
a la mesa con sus discípulos. Y les dijo: “He deseado
vivamente comer esta pascua con vosotros antes de mi pasión. Os digo que ya no
la comeré hasta que se cumpla en el reino de Dios”. Se pusieron a cenar.
Comenzó a lavar los pies de sus discípulos
(Jn 13,3-20)
Jesús,
sabiendo que el Padre había puesto en sus manos todas las cosas, que había
salido de Dios y que a Dios volvía, se levantó de la mesa, se quitó el manto,
tomó una toalla y se la ciñó. Luego echó agua en un barreño y comenzó a lavar
los pies de sus discípulos y a enjugárselos con la toalla que se había ceñido.
Al llegar a Simón Pedro, éste le dijo: “Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?”.
Jesús le respondió: “Lo que yo hago ahora tú no lo entiendes; lo entenderás más
tarde”. Pedro dijo: “Jamás me lavarás los pies”. Jesús le replicó: “Si no te
lavo, no tendrás parte conmigo”. Simón Pedro dijo: “Señor, no sólo los pies,
sino también las manos y la cabeza”. Jesús le dijo: “El que se ha bañado no
necesita lavarse más que los pies, pues está completamente limpio; y vosotros
estáis limpios, aunque no todos”. Jesús sabía muy bien quién iba a
traicionarlo; por eso dijo: “No todos estáis limpios”. Después de lavarles los
pies, se puso el manto, se sentó de nuevo a la mesa y les dijo: “¿Entendéis lo
que os he hecho? Vosotros me llamáis el maestro y el señor; y decís bien,
porque lo soy. Pues si yo, el señor y el maestro, os he lavado los pies,
también vosotros os los debéis lavar unos a otros. Yo os he dado ejemplo, para
que hagáis vosotros lo mismo que he hecho yo. Os aseguro que el criado no es más que su amo,
ni el enviado más que quien lo envía. Si sabéis esto y lo ponéis en práctica,
seréis dichosos. No hablo de vosotros. Yo sé muy bien a quiénes he elegido;
pero debe cumplirse la Escritura: El que come conmigo se ha vuelto contra mí.
Os lo digo ahora antes que suceda, para que cuando suceda creáis que yo soy el
que soy. Os aseguro que el que reciba al que yo envíe me recibe a mí, y el que
me recibe a mí recibe al que me ha enviado”.
“Tomad, comed y bebed”
(Mt 26,26-29 – Mc 14,22-25 – Lc 22,17-20)
Durante
la cena Jesús tomó pan, lo bendijo, dio gracias, lo partió y se lo dio a sus
discípulos, diciendo: “Tomad y comed. Esto es mi cuerpo, que es entregado por vosotros”. Después tomó un cáliz, dio gracias, se lo pasó a
ellos y bebieron de él todos. Y les dijo: “Bebed todos de él, porque ésta es mi
sangre, la sangre de la nueva alianza, que será derramada por todos para
remisión de los pecados. Haced esto en recuerdo mío. Os aseguro que ya no beberé
más de este fruto de la vid hasta el día en que beba con vosotros un vino nuevo
en el reino de mi Padre”.
“¿Soy yo, Señor?”. Era de noche
(Mt 26,21-25 – Mc 14,18-21 – Lc 22,21-23 – Jn 13,2b.21-30)
El diablo había metido en la cabeza a Judas
Iscariote, hijo de Simón, la idea de traicionar a Jesús. Estando a la mesa y
comiendo, se sintió profundamente conmovido y les dijo: “Os aseguro que uno de vosotros, que come conmigo, me entregará”. Muy entristecidos, los
discípulos se miraban unos a otros, pues no sabían de quién hablaba [y]
comenzaron a preguntarse unos a otros quién sería el que iba a cometer tal
acción; comenzaron
a decirle uno tras otro: “¿Soy yo, Señor?”. Uno
de los discípulos, el preferido de Jesús, estaba junto a Jesús. Simón Pedro le
hizo señas para que le preguntara a quién se refería. Entonces él, recostándose
en el pecho de Jesús, le preguntó: “Señor, ¿quién es?”. Y Jesús respondió: “Es uno de los doce. Aquel a quien yo dé un trozo de pan mojado, ése me entregará. El hijo
del hombre se va, según está escrito de él; pero ¡ay de aquel por quien el hijo
del hombre es entregado! ¡Mejor le fuera no haber nacido!”. Entonces preguntó Judas,
el que lo iba a entregar: “¿Soy yo acaso, maestro?”. Jesús le respondió: “Tú lo
has dicho”. Mojó el pan y se lo dio a Judas, el de Simón
Iscariote. Y tras el bocado entró en él Satanás. Jesús le dijo: “Lo que vas a
hacer, hazlo pronto”. Pero ninguno de los comensales supo por qué le dijo esto.
Algunos pensaban que, como Judas tenía la bolsa, Jesús le decía que comprase
todo lo que se necesitaba para la fiesta, o que diese algo a los pobres. Judas
tomó el bocado y salió en seguida. Era de noche.
“Adonde yo voy no podéis ir vosotros. En la casa de mi Padre hay sitio para todos. Yo soy el camino”
(Jn 13,31-33.36-38; 14,1-11)
Tan
pronto como Judas salió, Jesús dijo: “Ahora ha sido glorificado el hijo del
hombre y Dios en él. Si Dios ha sido glorificado en él, Dios lo glorificará a
él y lo glorificará en seguida. Hijos míos, voy a estar ya muy poco con
vosotros. Me buscaréis, pero os digo lo mismo que dije a los judíos: Adonde yo
voy no podéis ir vosotros”. Simón Pedro le preguntó:
“Señor, ¿a dónde vas?”. Jesús respondió: “Adonde yo voy, no puedes seguirme
ahora; me seguirás más tarde”. Pedro dijo: “Señor, ¿por qué no puedo seguirte
ahora? Yo daré mi vida por ti”. Jesús [les] contestó: “No estéis angustiados. Confiad en Dios, confiad también en mí. En la
casa de mi Padre hay sitio para todos; si no fuera así, os lo habría dicho; voy
a prepararos un sitio. Cuando me vaya y os haya preparado el sitio, volveré y
os llevaré conmigo, para que, donde yo estoy, estéis también vosotros; ya
sabéis el camino para ir adonde yo voy” Tomás le dijo: “Señor, no sabemos a
dónde vas, ¿cómo vamos a saber el camino?”. Jesús
le dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí.
Si me habéis conocido a mí, conoceréis también a mi Padre. Y desde ahora lo
conocéis y lo habéis visto”. Felipe le dijo: “Señor, muéstranos al Padre y nos
basta”. Jesús le dijo: “Llevo tanto tiempo con vosotros, ¿y todavía no me conoces,
Felipe? El que me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: Muéstranos
al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Las palabras que
os digo no las digo por mi propia cuenta; el Padre, que está en mí, es el que
realiza sus propias obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí.
Creedlo al menos por las obras mismas”.
Surgió una discusión sobre quién debía ser considerado el más grande
(Lc 22,24-30)
Surgió
también una discusión entre ellos sobre quién debía ser considerado como el más
grande. Él les dijo: “Los reyes de las naciones las tiranizan y sus príncipes
reciben el nombre de bienhechores. Entre vosotros no ha de ser así, sino que el
mayor entre vosotros será como el más joven, y el que mande como el que sirve.
En efecto, ¿quién es más grande, el que se sienta a la mesa o el que sirve? ¿No
es el que se sienta a la mesa? Pues bien, yo estoy en medio de vosotros como el
que sirve. Vostros habéis perseverado conmigo en mis pruebas, y yo os voy a dar
el reino como mi Padre me lo dio a mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi
reino y os sentéis sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel”.
“Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros”
(Jn 13,34-35)
“Os doy un mandamiento
nuevo: que os améis unos a otros. Que como yo os he amado, así también os améis
unos a otros. En esto reconocerán todos que sois mis discípulos, en que os
amáis unos a otros”.
“Confirma a tus hermanos”
(Lc 22,31-32)
[Y añadió]: “Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido poder cribaros como el trigo,
pero yo he rogado por ti para que no desfallezca tu fe. Y tú, cuando te
arrepientas, confirma a tus hermanos”.
“Se acerca el
cumplimiento de todo lo que se refiere a mí”
(Lc
22,35-38)
Después les dijo: “Cuando
os envié sin bolsa, sin alforjas y sin sandalias, ¿os faltó algo?”. Ellos contestaron:
“Nada”. Y añadió: “Ahora, el que tenga bolsa que la tome, y lo mismo la
alforja; y el que no tenga, venda su manto y compre una espada. Pues os digo
que debe cumplirse en mí lo que está escrito: ‘Y fue contado entre los
delincuentes’. Porque se acerca el cumplimiento de todo lo que se refiere a
mí”. Ellos le dijeron: “Señor, aquí hay dos espadas”. Les respondió: “Es
bastante”.
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