Reflexión sobre la parábola del tesoro aplicada a novios que se van a casar
«El reino de los cielos puede compararse a un tesoro escondido en un campo. El que lo encuentra, lo primero que hace es esconderlo de nuevo; luego, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra aquel campo» (Mt 13, 44).
Aquel
campo no era el mejor del país, ni siquiera el mejor de la comarca. Los
mercaderes no lo tasaron muy alto; su precio era importante, pero no excesivo.
Nadie sabía que tenía un tesoro escondido en una de las covachuelas, en la
ladera montuosa.
Cada uno
de vosotros encontró un tesoro en el otro; vendió lo que tenía y compró el
campo. Quizá haya campos mejores, o más productivos o más extensos o… quizá.
Pero lo que da valor a vuestro campo es el tesoro que descubristeis en él. Eso
vale más que cualquier otra cosa. Por eso cada uno pudo vender lo demás,
desechar otras posibilidades, esconder el tesoro durante un período prudencial
(para que nadie optase por ese campo) y quedarse cada uno sólo con ese campo
escogido y descubierto.
El
campo es vuestra persona; el tesoro hallado en el campo es el reino de Dios, es
Dios mismo, es el in-finito (lo no-acabado) que está esperando vuestra
creatividad. El vender todo es vuestro compromiso nupcial, que después del
tiempo prudencial (que es el noviazgo) en donde escondéis el tesoro, donde
vuestro compromiso no es público aún, optáis libremente y lo vendéis todo y
compráis aquel campo. Para disfrutar, a lo largo de la vida, de las riquezas de
ese tesoro interior e intangible que da valor a vuestro campo.
El detalle viene cuando tu tesoro gesta a un tesorito...y despues te descuidan ya que toda la atenciòn es para el tesorito desde recièn nacido hasta sabe Dios que edad...en fìn disfrutè mucho la etapa antes de tener un hijo, ahora es diferente todo, echo de menos toda la atenciòn que tenìa antes de mi esposa, pero todo pasa..
ResponderEliminarÉse es otro asunto, Óscar Nacho, ya que la atención se ha de ver compartida, cuando antes era en exclusividad... Pero, bueno, visto de otro modo, el hijito es fruto del amor de ambos (o debería serlo), así que no habría por qué temer...
EliminarOtra manera de ver la cosa: ponte en el lugar del hijo primogénito, ya mayorcito, cuando nace un hermanito, y toda la atención va al bebé y ya no hacia él, que era el que siempre atraía toda la atención...