Aquí presento (en continuación con la entrada anterior -Jueves Santo por la tarde-), los textos concordados de lo que celebramos en la Hora Santa del Jueves Santo por la noche: el tiempo que va del final de la Última Cena hasta el prendimiento en el monte de los Olivos.
Jesús se había retirado allí muchas veces
(Jn 18,1-2)
“Yo seré para vosotros
ocasión de caída”
(Mt 26,31-35 – Mc 14,27-31 – Lc 22,33-34)
“Quedaos aquí y velad conmigo”
(Mt 26,36-46 – Mc 14,32-42 – Lc 22,41-46)
“¿A quién buscáis?”
(Mt 26,47 – Mc 14,43 – Lc 22,47 – Jn 18,3-9)
“Habéis venido a prenderme como a un
ladrón”
(Mt 26,55-56a – Mc 14,48-49
– Lc 22,52-53)
Judas lo besó
(Lc 22,47b-50a – Mc
14,44-45)
“Mete la espada”
(Mt 26,51-54 – Mc 14,47 – Lc 22,49.51 – Jn 18,10-11a)
Lo prendieron y se lo llevaron
(Mt 26,50b.57 – Mc 14,46 – Jn 18,12-13)
Todos lo abandonaron
(Mt 26,56b – Mc 14,50-52 – Lc 22,54b)
PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
SEGÚN LOS CUATRO EVANGELISTAS
(momento histórico: desde el final de la Última
Cena hasta el prendimiento en el monte de los Olivos)
La Oración de Getsemaní
(jueves santo por la noche)
Salieron hacia el monte de los Olivos
(Mt 26,30 – Mc 14,26 – Lc 22,39)
Después de
haber cantado los himnos, salieron [del cenáculo]. [Jesús] fue, según su
costumbre, al monte de los Olivos. Sus discípulos lo acompañaban.
Jesús se había retirado allí muchas veces
(Jn 18,1-2)
Jesús fue con
sus discípulos a un huerto, al otro lado del torrente Cedrón. Judas, el que lo
iba a entregar, conocía también aquel lugar, porque Jesús se había retirado
allí muchas veces con sus discípulos.
“Yo seré para vosotros
ocasión de caída”
(Mt 26,31-35 – Mc 14,27-31 – Lc 22,33-34)
[De camino,]
Jesús les dijo: “Yo seré para vosotros esta noche ocasión de caída, pues así lo
dice la Escritura: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño.
Pero después resucitaré e iré delante de vosotros a Galilea”. Pedro le dijo:
“Aunque fueras para todos ocasión de caída, para mí no. Señor, estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel y hasta a la muerte”. Jesús le
dijo: “Te aseguro que esta misma noche, antes que el gallo cante, negarás tres
veces que me conoces”. Pedro insistió: “¡Aunque tenga que morir contigo, jamás
te negaré!”. Y lo mismo dijeron todos los demás.
“Quedaos aquí y velad conmigo”
(Mt 26,36-46 – Mc 14,32-42 – Lc 22,41-46)
Jesús fue con
ellos y llegaron al huerto llamado Getsemaní, y dijo a los discípulos: “Quedaos
aquí mientras voy más allá a orar”. Se llevó consigo a Pedro y a Santiago y
Juan, los dos hijos de Zebedeo; y comenzó a sentir tristeza, terror y angustia.
Y les dijo: “Me muero de tristeza. Quedaos aquí y velad conmigo”. Avanzó unos
pasos más, apartándose de ellos como un tiro de piedra, cayó de bruces y pidió
que, si era posible, pasara lejos de él aquella hora. Se puso a orar y decía:
“Abba, Padre mío, todo te es posible, aleja de mí este cáliz; pero no sea lo
que yo quiero, sino lo que quieres tú”. Y se le apareció un ángel del cielo
reconfortándolo. Volvió a los discípulos, los encontró dormidos y dijo a Pedro:
“¡Simón!, ¿duermes? ¿Conque no habéis podido velar una hora conmigo? Velad y
orad para que no caigáis en tentación. El espíritu está dispuesto, pero la
carne es débil”. De nuevo, por segunda vez, se alejó y fue a orar, diciendo:
“Padre mío, si no es posible que este cáliz pase sin que yo lo beba, hágase tu
voluntad”. Volvió otra vez y los encontró dormidos, vencidos por el sueño; y no
sabían qué responder. Los dejó y volvió a orar de nuevo, por tercera vez, repitiendo
las mismas palabras. Entró en agonía, y oraba más intensamente; sudaba como
gotas de sangre, que corrían por el suelo. Se levantó de la oración, fue a sus
discípulos y los encontró dormidos por la tristeza. Al volver por tercera vez
les dijo: “¡Dormid ya y descansad! ¡Se terminó! ¡Ha llegado la hora! El hijo
del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! El
que me entrega llega ya”.
“¿A quién buscáis?”
(Mt 26,47 – Mc 14,43 – Lc 22,47 – Jn 18,3-9)
Aún estaba hablando [Jesús],
cuando llegó Judas, uno de los doce, y con él un gran tropel de gente con espadas
y palos, enviados por los sumos sacerdotes, los maestros de la ley y los ancianos del pueblo. Judas, al frente de la
tropa y de los guardias de los sumos sacerdotes y fariseos, [había ido] allí
con linternas, antorchas y armas. Y Jesús, que sabía todo lo que iba a sucederle,
salió y les dijo: “¿A quién buscáis?”. Respondieron: “A Jesús Nazareno”. Jesús
les dijo: “Yo soy”. Judas, el traidor, estaba también con ellos. Así que les
dijo “Yo soy”, retrocedieron y cayeron en tierra. De nuevo les preguntó: “¿A
quién buscáis?”. Ellos dijeron: “A Jesús Nazareno”. Jesús respondió: “Os he
dicho que yo soy. Si me buscáis a mí, dejad que éstos se vayan”. Para que se
cumpliera la palabra que había dicho: “No he perdido ninguno de los que me
confiaste”.
“Habéis venido a prenderme como a un
ladrón”
(Mt 26,55-56a – Mc 14,48-49
– Lc 22,52-53)
Jesús dijo a aquel tropel de gente, a los sumos sacerdotes, a los oficiales del templo y a los ancianos
que habían venido a prenderlo: “Habéis venido a prenderme como a un ladrón, con
espadas y palos. Todos los días estaba con vosotros [enseñando sentado] en el
templo, y no me echasteis mano; pero ésta es vuestra hora y el poder de las
tinieblas. Todo esto sucede para que se cumpla lo que
escribieron los profetas”.
Judas lo besó
(Lc 22,47b-50a – Mc
14,44-45)
El llamado Judas, uno de los
doce, se acercó a Jesús para besarlo. El traidor les había dado esta señal: “Al
que yo bese, ése es; prendedlo y conducidlo bien seguro”. Se acercó a Jesús y
dijo: “¡Maestro!”, y le besó. Jesús le dijo: “Amigo, ¡a lo que vienes!”. [Y
añadió]: “Judas, ¿con un beso entregas al hijo del hombre?”.
“Mete la espada”
(Mt 26,51-54 – Mc 14,47 – Lc 22,49.51 – Jn 18,10-11a)
Los que estaban
con [Jesús], viendo lo que iba a ocurrir, le dijeron: “Señor, ¿les damos con la
espada?”. Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la sacó, dio un golpe al
criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. El criado se llamaba Malco.
Jesús dijo a Pedro: “Mete la espada en la vaina, que todos los que manejan
espada a espada morirán. ¿O crees que no puedo pedir ayuda a mi Padre, que me
mandaría ahora mismo más de doce legiones de ángeles? Pero ¿cómo se cumplirían
entonces las Escrituras, según las cuales tiene que suceder así? ¿Es que no
tengo que beber el cáliz que me da el Padre?”. [Y añadió:] “¡Basta ya! ¡Dejad!”.
Y tocando la oreja lo curó.
Lo prendieron y se lo llevaron
(Mt 26,50b.57 – Mc 14,46 – Jn 18,12-13)
Entonces, la
tropa, el oficial y los guardias de los judíos se acercaron a Jesús, le echaron
mano y lo prendieron; lo ataron y [se] lo llevaron, primero a Anás, por ser
suegro de Caifás. Éste era sumo sacerdote aquel año. [Luego], los que
prendieron a Jesús lo llevaron a casa de Caifás, donde los maestros de la ley y
los ancianos estaban reunidos.
Todos lo abandonaron
(Mt 26,56b – Mc 14,50-52 – Lc 22,54b)
Todos lo abandonaron y huyeron. Pedro
lo seguía de lejos. Un joven, cubierto sólo con una sábana, seguía a Jesús. Le echaron
mano. Pero él, soltando la sábana, se escapó desnudo.
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