En el recorrido de hoy hemos visitado el Sur de Navarra: la importante ciudad de Tudela, y, al volver, la villa medieval de Olite, dentro del partido de Tafalla, a mitad distancia entre Tudela y Pamplona, adonde hemos regresado por la tarde.
Tudela es, ante todo, sede episcopal, del
Arzobispado de Pamplona-Tudela, con una catedral imponente, con aires metropolitas y manteniendo, sin embargo, el aire rural de una villa antigua y señorial. Ante todo,
Tudela es hoy, desde su ubicación sureña navarra, una ciudad de acogida: acogida de los emigrantes españoles y, sobre todo, de los inmigrantes americanos, africanos, asiáticos y también europeos. Eso es lo que muestran sus calles o, por mejor decir, las personas que se ven caminando por sus calles, comprando, paseando, llamando por el teléfono móvil, jugando en los parques infantiles, comiendo en los restaurantes, etc. Es decir, una ciudad con una acogida digna de mención -por eso lo menciono- y con una inserción totalmente normal, al menos por lo que se puede observar desde fuera, desde la visión de un visitante curioso...
Tudela es, además, ciudad antigua y nueva; ciudad del siglo XV y ciudad del siglo XXI, cosas que ya no existen (como el castillo central, en donde hoy se alza solamente una estatua del
Sagrado Corazón de Jesús -ante la estatua del
Inmaculado Corazón de María, que se avista en un montículo que queda enfrentado al del antiguo castillo y actual
Sgdo. Corazón de Jesús) -por cierto que en el
Archivo Municipal se pueden ver dos grandes maquetas con las dos
Tudelas: la del XV y la del XX-, y cosas que aún perviven en la realidad del visitante por
Tudela, ciudad episcopal; una
catedral hermosa, amplia y espaciosa, con una imponente sillería (en el preceptivo coro canongial) y varias pinturas de dimensiones extraordinarias, además de las capillas barrocas, amén de la capilla principal o, por mejor decir, el altar mayor, que se conserva gótico, aunque las celebraciones eucarísticas cotidianas se realizan en la
Capilla del Santísimo, de factura barroca -la que se ve actualmente-, con adoradores perpetuos del
Santísimo Sacramento, los cuales pueden dejar por escrito algunos milagros que hayan recibido o que hayan sabido que otros han recibido, libro que, por cierto, he inaugurado yo con algunos de esos "hechos extraordinarios" leídos como sucedidos verídicamente a varios conversos del siglo XX, anónimos la mayor parte de ellos, pero dejados por escrito, para que no se pierda la noción de su existencia en la historia, especialmente, en la historia espiritual, o en la historia que Dios va haciendo en la historia de los hombres, de modo que ya no es sólo y exclusivamente "de los hombres" sino, más bien, "de Dios con los hombres" o "de Dios en los hombres" o, incluso, "de los hombres en Dios", viéndose éstos inundados, llenos, desbordados por la Gracia divina, que no tiene medida, como decía
Santa Teresa de Jesús: "este Dios que tan sin tasa se nos da". Efectivamente. (Frase que, por cierto, repite bastante -para recalcarla y que no pase desapercibida- el conquense padre
Maximiliano Herráiz,
carmelita descalzo, tanto en sus escritos -
Solo Dios basta, su tesis doctoral, con más de cinco ediciones desde 1981, en
Editorial de Espiritualidad (EDE),
Madrid- como en sus predicaciones, charlas, ejercicios espirituales y conferencias que versen sobre ello o en las que ello se pueda mencionar...)
Capilla del Santísimo Sacramento
(a mano izquierda, delante de la reja, está el libro sobre gracias especiales...)
Un detalle curioso -aunque menor- es que, junto al altar mayor de la catedral, he visto un cuadro reciente sobre el
Obispo Beato Juan de Palafox, beatificado en el
Burgo de Osma ahora hace un año, y cuyo año siguiente se ha declarado "año jubilar", que ha acabado, precisamente, el 5 de junio de 2012, o sea, hace unos pocos días. El cuadro presenta al
Obispo predicando, como era su oficio y su devoción; y así se le recuerda en la
catedral de Tudela (pues Palafox nació en Fitero, dentro del término diocesano de Pamplona-Tudela) y así lo recuerdan los católicos devotos de
Tudela.
Por último, de camino a
Pamplona, hemos hecho parada y fonda en
Olite, ciudad (o pueblo, vaya) del todo sorprendente, pues aquí se conmemora mucha historia del antiguo
Reino de Navarra, y mucho de ello queda o ha quedado marcado en sus calles, en sus piedras y, sobre todo, en el conjunto monumental del
Castillo de Olite, de la
iglesia de Santa María, en el actual
Parador Nacional, y en el resto del complejo de las murallas, los parques, las callejas, las puertas, las
torres (sobre todo,
la del Homenaje), etc. Vale la pena visitar
Olite y dejarse perder por sus calles y no perder la oportunidad de visitar el dicho complejo: perderse por las escaleras y torreones del castillo, subidas y bajadas, balconadas, la famosa morera de la reina, las estancias reales, los fosos que se avistan de lo alto, las ventanas y las troneras, en fin, trasladarnos a la alta Edad Media, vivir y compartir la viva historia de
Navarra y vibrar con ella, con los navarros, gente buena y acogedora, llena de vida, pletóricos en sus expresiones y cariñosos a la vez. O sea: recomendable.
Castillo de Olite (Navarra)
Es natural que en la catedral de Tudela coloquen un cuadro del beato Palafox, ya que era natural de Fitero, que pertenece a la diócesis, aunque falleció en mi pueblo (Burgo de Osma).
ResponderEliminarGracias por tu comentario. Las costumbres, ideas, gastronomía, carácter, etc., suelen traspasar demarcaciones y límites territoriales. Por eso viajar, conocer, escuchar, observar, leer, etc., es tan provechoso para entender a la gente, sus ciudades, pueblos, pedanías..., comarcas, provincias, regiones, etc. Gracias por compartir
ResponderEliminar