20.6.12

Conociendo Navarra (II)

La primera ruta (aparte de conocer Pamplona, evidentemente) ha sido, dada la persistente lluvia (en forma de chirimiri o calabobo) en la capital, ha sido utilizar la tarde del segundo día en visitar zonas cercanas: éstas han sido las de la ruta occidental (en dirección a Logroño, pero sin llegar a Viana, claro está, que debe quedar de la capital riojana como a diez kilómetros o poco más o menos). Así, pues, hemos visitado Puente la Reina primero y Estella después. Todo un descubrimiento, la verdad.

Puente la Reina es una localidad más pequeña y, por ello, resulta más sencilla la visita a la misma (es decir: lleva menos tiempo); es como más romántica o, si se quiere, más románica-medieval. Con su puente -que le da nombre a la población- y sus iglesias, de las cuales hemos visto detenidamente la de Santiago: tiene dos tallas medievales enfrentadas, nada más entrar: la de Santiago a la izquierda y la de Bartolomé a la derecha (dos de los apóstoles que, por tradición se les representa peregrinos, sobre todo a Santiago, claro --por cierto que todo el mundo sabe dónde está enterrado Santiago -en Santiago de Compostela-, pero poca gente sabrá dónde está enterrado Bartolomé, que lo está en la Isla Tiberina, que es la Isla -la única- del río Tíber -en italiano, Tévere (que quizá no diga nada a algunos, pero seguramente a ésos les sonará el nombre de "Trastévere", que es el barrio que queda antes del Tévere o Tíber, o, mirándolo desde el centro de Roma, queda después, y por eso el prefijo "tras-", después, más allá de...; sobre el Trastévere ya hablaremos otro día; ahora volvamos a la Isla Tiberina). Allí, en la basílica -en Roma casi todo es "basilical", vaya- de San Bartolomé están, precisamente, los restos del Apóstol San Bartolomé, traídos desde Oriente, en esos viajes insólitos que hacían las reliquias en plena Edad Media, fundando, así, santuarios, monasterios y, en definitiva, lugares de culto, que, con los siglos, han definido y han "urbanizado santamente" la geografía y las rutas europeas y, con ello, las del resto del mundo, pues de ellas han aprendido muchos (o todos) más. (Salvo la excepción de Jerusalén, por supuesto..., que es como la madre o, mejor dicho, la abuela de todas las Iglesias -ya que Roma sería la madre, y, así, la Iglesia jerosolimitana -cuya raíz vendría a tomarla del hebreo: Yerushaláiam -que tiene dentro de la palabra la raíz de "shalom", paz [y muchas más cosas]-, de modo que viene a ser la llamada "Ciudad de Paz", cosa que casi nunca, por no decir nunca, ha conseguido plenamente...-) Y resulta que la Basílica de San Bartolomé está al cargo y gestión de una célula de la Comunidad de San Egidio (la raíz de célula está en relación con la palabra "celda", "celulle" en francés, o, yendo más allá, el "retrête" francés, que no es el "retrete" español, sino el "retiro personal" español, que es cosa bien diferente, aunque, si lo pensamos, para ir al retrete español hay que retirarse personalmente, y hacer eso que, vulgarmente se dice, "no puede hacer nadie excepto uno por sí mismo"; así que en todo, en esta vida, está relacionado, hasta eso...). Y la Comunidad de San Egidio (o Comunità di Sant'Egidio -que tomó el nombre del antiguo monasterio homónimo de carmelitas descalzas, actual "cuartel general espiritual" de la misma Comunidad) nació en la Basílica de Santa María de Trastévere, en el Trastévere, claro está, con un jovencito Andrea Riccardi (a sus 18 años) -hoy flamante profesor de historia en la Universidad Roma Tres, cerca de la jubilación- y un curita, don Vincenzo Paglia, el párroco de esa basílica trasteverina, carismático como él solo -hoy obispo de Terni, una de las diócesis más pobres del Lazio y quizá de toda Italia, y postulador de la causa de beatificación de Monseñor Óscar Arnulfo Romero-. Y, precisamente, a esa Basílica de San Bartolomé acudió en su momento (conciliar) el Patriarca Atenágoras II, de Constantinopla, el mismo que abrazó y fue abrazado por el Papa Pablo VI, en el signo ecuménico más recordado... Así que vaya con el Bartolomé, ¿verdad?... Lo que hay que ver, oyes...

Volvamos a Puente la Reina: la Iglesia de Santiago, en la que, cuando entramos estaba ensayando el coro parroquial, polifónico, que, por cierto, acertaban en la mayoría de registros y ocasionaban la admiración y la escucha atenta de los peregrinos -especialmente los extranjeros-, quienes se demoraban más en la visita a la iglesia por esa causa... Tenía en el transepto (o crucero) el altar derecho dedicado a la Inmaculada y, anterior, seguramente, el altar izquierdo dedicado, precisamente, a la Virgen del Carmen, la cual, por cierto, llevaba un escapulario del Carmelo Teresiano, así como la talla del Niño Jesús, sostenido, como siempre, por su Madre la Virgen María; Él también llevaba el escapulario del Carmelo Teresiano (que se diferencia del escapulario del Carmelo de la Antigua Observancia o Carmelo Calzado, por que éste no tiene la cruz en el escudo, y el del Carmelo Teresiano o Descalzo sí que tiene la cruz: el monte y, sobre el monte, la Cruz de Cristo...).






Saliendo de la dicha Iglesia de Santiago, sin cruzar la calle, observamos lo que queda del antiguo convento de Trinitarios, que fue desamortizado y hoy pertenece a manos privadas (no se dice cuáles), las cuales lo mantienen en la incuria, con penuria para los que visitamos el lugar, ya que posee aún dos fachadas sin restaurar: la principal y la secundaria, ambas en la misma calle, a escasos metros la una de la otra, y en la principal -la antigua principal- hay una escultura en piedra del Padre Eterno, que curiosamente porta sobre su cabeza barbuda una hermosa tiara papal... [la tiara es la triple corona que, hasta Pablo VI, han llevado todos los papas -triple, porque es más que la de rey {1} y que la de emperador {2}, designando así que el Papa {3} está, en cuanto potestad eclesiástica, por encima de los anteriores].





Pues bien, hasta ahora sabíamos que el Papa era el sucesor de Pedro, el vicario de Cristo, pero no sabíamos que era la imagen terrestre del Padre Celestial...; anotación muy interesante, por cierto, especialmente para los iconoclastas furibundos y para los nuevos "fraticelli" o quema-cardenales (a lo bonzo, si pudieran), que son aquellos modernos que -como aquellos antiguos medievales "fraticelli" que iban contra la riqueza de la Iglesia, llegando (en extremos, claro) a quemar a algún cardenal...-, pretenden vender todo el patrimonio de la Iglesia (no se sabe a quién: si al mejor postor, en plan subastas "Sotherby's" a lo eclesiástico, o si a los enemigos de la Iglesia -que los tiene y bien orondos, ellos...-; en fin...) hasta que la vean mendigando por las calles (cosa que ya hace, especialmente a las autoridades públicas y privadas, que no es otra cosa la que hacen las autoridades de Cáritas, las ongs católicas, y demás..., sino "mendigar" a los ricos, para que, con parte de justicia, puedan estas entidades o partes de la Iglesia repartirlas a los más pobres, los pobres vergonzantes y los "pobres de solemnidad", como existía antiguamente dicha categoría [incluso en Correos de hace dos siglos o más, cuyo sello de tinta -no de papel, que ése comenzó en 1850, reinando Isabel II], sello que se ve perfectamente en el encabezamiento de numerosos documentos conservados en el Archivo Histórico del Desierto de Las Palmas... pues los frailes no se podían permitir otra tarifa postal sino la de los "pobres de solemnidad"...). Volvamos al chorizo principal (que mira que hemos sacado chorizos de él...), que era Puente la Reina; a la salida del pueblo hay una "Bodega Cooperativa de Nuestra Señora de Soterraña", totalmente abandonada y casi comida por la naturaleza y el olvido de los lugareños; delante de la cual, como en su lugar, existe otra, más pequeña, "Cooperativa Agraria San Isidro", que quizá poco tiempo le falte para acabar como la anterior...




Pero me olvidé de decir algo del puente románico, altomedieval (o sea, de la primera época de la Edad Media). Puente especial por varias cosas. Como en los manuales de historia y en las guías turísticas tenéis lo más destacable, diré aquí lo menos destacable turísticamente: y es el detalle de la caja de limosnas que tiene en la salida de Puente la Reina (para entrar en el puente y salir definitivamente de la localidad), caja que antiguamente estaba colocada a la izquierda del caminante, en la casita que todo buen puente que se precie tiene al inicio del mismo, como éste también tiene; casita que en realidad es una miniconstrucción de unos poquísimos metros, tipo refugio momentáneo -como del agua- o para el mero control -por la autoridad competente o incompetente- de paseantes, viajeros y otra "mala gente" -como los inmigrantes que, antes como ahora, tenían la manía de irse de su país para llegarse a otro extranjero para ellos... sin darse cuenta que ellos mismos pasaban a ser, precisamente, extranjeros para las localidades que eran visitadas por ellos... (en fin, un lío, como siempre [sobre todo, para los cortos de mente o de miras, que casi es lo mismo])-; y allí, sobre la cajita, una inscripción en piedra que venía a decir (no literalmente): "Aquí se pone la limosna para los presos de la cárcel" y quizá alguno añadiría por entonces un "por Dios" o "por el amor de Dios", dada la religiosidad del momento, teocrática y demás... En fin, este asuntito creo que podría formar parte, con todo honor, de la historia de la caridad (que es más que solidaridad) en España y en el resto del extranjero... (porque también nosotros somos extranjeros, como Abraham, en tierra extraña peregrinos...).



Tomando la carretera correspondiente, llegamos a Estella, la cual vemos siempre acompañada por un guión de Lizarra, y es que el primer barrio premedieval parece ser que fue Lizarra, barrio actualmente en las afueras de Estella (bueno, barrio o medio pueblo o pedanía o lo que sea -corríjanme los lizarreños). Y, como dije en la entrada anterior, Estella respira historia por todos sus poros... Decir "poros" es decir: iglesias, monasterios, conventos (también los desamortizados), palacios reales y nobles, escaleras -muchas escaleras-, peñascos, río, humedad causada por el río, restauraciones hechas y no hechas, señales del Camino de Santiago, albergues de peregrinos, navarros que te indican amablemente dónde están (o puedan estar) las cosas que buscas...



Estella, antes de entrar en ella, es sede de la EVD, que es la Editorial Verbo Divino, conocida mundialmente por sus publicaciones bíblicas y pastorales, por esa potente y arriesgada editorial de los Misioneros (y Misioneras) del Verbo Divino, que eso significa la sigla MVD tras algún nombre propio con su propio apellido; y con ello ya sería suficiente para muchos, acostumbrados a leer: "Estella (Navarra)", en especial los bibliotecarios y los técnicos en biblioteconomía encargados de "fichar" toda una biblioteca de ámbito o tema religioso... Pero hay más, mucho más: hay muchos navarros viviendo en Estella, y también los venidos de fuera, especialmente latinoamericanos, que siendo más numerosos destacan menos que los africanos del África Negra, que también los hay en Estella, como en Pamplona y en toda España, como viene siendo normal y lógico, dada la globalización positiva (cultural, que pocas veces o nunca sale en los mass media) y la negativa (pateras, ilegal, etc., que de tanto que sale en esos media, ya ni le hacemos casi caso...).


 
Y en Estella, llamada también "Tierra Estella" hay mucho de historia "carlista", la de los partidarios del hermano de Fernando VII, el infante-príncipe Don Carlos (que no es Don Carlos de Austria, sino Don Carlos de Borbón, claro...). Y en Estella hay un "Museo Carlista", rememorando toda la presencia -hasta en el siglo XX y el XXI, en que todavía existe el "Partido Carlista", con cuya sede me he topado volviendo del Archivo General de Navarra en Pamplona-; recordemos que la editorial Actas (en Madrid) está especializada en publicar las fuentes y los subsidios respecto de la historia carlista, incluyendo las tres guerras civiles decimonónicas pero yendo más allá también. Y nombres como el del general Zumalacárregui, que tiene una calle en Villarreal (Castellón), por ejemplo -por no irnos demasiado lejos, vaya (pues el Maestrazgo y su zona de influencia fue la otra "gran zona" carlista, junto con Navarra, especialmente la Navarra occidental), están presentes en toda la ruta, también la que pasa por Estella (así como el nombre del general Cabrera lo está en la ruta de Morella y zona del Maestrazgo, como he mencionado). [Un inciso curioso: el obispo que murió en el Desierto de Las Palmas en 1886, monseñor José María Benito Serra, obispo benedictino español y fundador de las Oblatas del Santísimo Redentor, del cual se han celebrado recientemente los 200 años de su nacimiento, resultó ser el contacto o el enlace entre las dos facciones irreconciliables del carlismo: la leal a Don Carlos VII, y la adicta a Nocedal, intentando la reunificación, cosa que no pudo ver en vida...]



San Pedro de la Rúa, Estella (Navarra)
(La talla de S. Pedro en su cátedra está a la derecha del Crucificado)

Evidentemente, no todo es carlismo, sino que hay dominicos también, o sea, había dominicos: en la bella y difícil de acceder Iglesia de San Pedro de la Rúa, que es iglesia-fortaleza, en donde se puede ver una hermosa talla de un dominico (tal vez Santo Domingo de Guzmán, pues está en acto de peregrinaje, con un libro -la regla, por ejemplo-) y también se ve el escudo dominico (la cruz blanquinegra o negriblanca) en el frontis del altar de madera lateral en la capilla de San Pedro (a la derecha del altar principal), con sus tumbas correspondientes y restos de pinturas murales; el San Pedro que va en las guías turísticas está en el altar mayor o principal, Pedro que va con tiara, la papal se entiende, y que recordando el Padre Eterno de los trinitarios de Puente la Reina diríamos que el San Pedro de Estella es imagen -recuerda- del Padre Celestial de Puente la Reina... cosas curiosas, vaya... Y más cositas: en esa misma iglesia, por 1€, puedes dejar iluminado el interior -para disfrute de propios y ajenos- durante nada menos que 10 minutos, cosa grande, pues muchos de los peregrinos que buscan oscuridad para rezarle al Dios que no acaban de creer o de conocer o de ambas cosas, se ven sorprendidos por la intensa luz del euro solidario, aunque al mismo tiempo lo agradecen porque así descubren otros rincones de la iglesia que, en tanta oscuridad pseudomística, no habían descubierto ni siquiera notado o percibido ni al entrar en ella ni al sentarse en alguno de sus bastantes bancos ni al girar por ella... No se puede subir al coro alto, pero sí que se puede uno acercar al coro-bajo, con su sillería, bien de frailes o bien de canónigos, que ya no se sabe lo que hay o hubo o habrá (o hubiera o hubiese habido...). También recuerdo haber visto en otra parte de Estella (casi igual de alta que la anterior) un antiguo convento gótico (ahora abandonado casi a su suerte, sin restauración ni nada) de Santo Domingo, del cual una parte se ha convertido curiosamente en residencia de ancianos; de la iglesia (que se conserva en pie, cerrada a cal y canto) no se ven sino las hierbas que crecen en el exterior a la buena de Dios y a la mala de los hombres... Y al lado del convento-residencia (o lo que sea esa extraña mezcolanza: de olvido y de novedad, de abandono y de negocio...), está la iglesia de Santa María Jus del Castillo, pequeña pero golosa para el visitante; de su interior no puedo decir más que lo que dicen las guías, porque no lo he logrado ver: estaba cerrada (por incompatibilidad de horarios, seguramente), aunque a la derecha de la misma están las pocas ruinas que quedan del castillo que resta en el nombre de la iglesia: «de Santa María Jus del Castillo».


Plaza de los Fueros - Iglesia de San Juan (Estella)

Otras cosas más: puentes, puentes... El de la Cárcel o de San Agustín [que recibe indistintamente un nombre u otro] -junto al albergue juvenil que queda cerca del Museo Carlista y la casa natal de Fray Diego de Estella, en la misma calle (todo, en esta vida, está relacionado)-, que por aquello de la conversión del santo hiponense recordaría a los "Túneles del Perdón" (de unos 1.050 metros de longitud), que se pasan por la autovía que conecta Pamplona con esos lugares (Estella, en concreto). Y algún puente más, como el que enfrenta la Plaza de San Francisco, plaza que queda cerca casi de todo: de las otras plazas, la de los Fueros (ésos que en Valencia nos quitaron por ser seguidores del Archiduque Carlos, y no del Borbón, como lo fueron luego los del reino de Navarra...) y la plaza de Santiago (vecinas y casi hermanas -la de los Fueros y la de Santiago-, aunque la primera es cuadrangular y la segunda es triangular; y la primera tiene la iglesia de San Juan, la cual tiene tres portadas, las más interesantes las laterales: románica una, gótica la otra; neoclásica la principal), o con la calle Mayor, que le pasa a la plaza franciscana por detrás, conectando los extremos del pueblo-ciudad, o también relaciona (dicha plaza) el ámbito tumultuoso de tráfico con el peatonal, más sereno y tal vez pacífico (si es que los peatones y las peatonas son varones y mujeres de paz, claro está...).




Iglesia de San Miguel (Estella, Navarra)

Por en medio me he dejado varias iglesias (es que no se puede decir todo: como la de San Miguel, de nuevo en una altura irremediablemente alta para los deficitarios en el caminar o en el subir o bajar escalones, que, tras subir los interminables escalones resulta que estaba cerrada, la pobre, o pobres nosotros por no saberlo...). Y también me he dejado algún palacio, como el real, de los reyes de Navarra, a los pies de la mencionada iglesia de San Pedro de la Rúa, o bien otro palacete, barroco éste, en la misma calle Mayor, con unos timbres de interfono muy "retro", de la primera mitad del siglo XX, como muy tarde. Ya cuando íbamos a montarnos en el coche (aparcado justo al lado de la gasolinera que estaba cerrada por fallo en la bomba de difusión o de acceso al combustible), he podido ver por fuera iglesuca de Nuestra Señora de Rocamador, con una escultura quizá en bronce (u otro metal tosco) de un monje con apariencia de ermitaño, ya que la iglesuca tenía pinta de ser una ermita convertida en iglesia o, por mejor decir, ascendida en el rango cultual (que no cultural) eclesial... Ya puestos en marcha para volver a Pamplona, a la salida de Estella, dejándolo a la derecha (en dirección a la villa de Ayegui) queda el monasterio de Iratxe (o Irache, para los españolistas), que es bien hermoso y esplendoroso en la distancia..., ¿qué será en la cercanía y en el conocimiento sosegado? Y la A-12 nos ha devuelto a nuestro punto de partida, el centro de Pamplona, para reponernos a tiempo en el famoso y centenario Café Iruña (desde 1888, visitado frecuentemente por el famoso escritor y aventurero Ernest Hemingway), donde hemos cenado (por segunda vez, ya que ayer cenamos por primera, y hoy comimos ahí por primera vez, también -es que estamos haciendo números para ver si nos dan el bono de clientes fijos...-). Y de ahí, al descanso, para recuperar fuerzas (las fuerzas que todo turista pierde por el camino del turismo que va haciendo) y prepararnos para una aventura más al día siguiente... ¿Preparados? ¿Listos? ¡¡Ya!!



Interior del Café Iruña (Pamplona)

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