«Pastoral arquitectónica»
Para los entendidos en carreras
universitarias y en formación académica es sabido que existe una carrera y su
respectiva titulación llamada “Teología”; hasta ahora, ha venido abarcando un
quinquenio o un sexenio desarrollando diversas asignaturas. Una de las
asignaturas de Teología es la llamada “Teología Pastoral”. Esta disciplina
tiene muchas variantes o, por decirlo de otro modo, muchos “aterrizajes”. Es
decir, que sirve para aplicarla en numerosos ámbitos de la vida, la cotidiana y
la otra. Y uno de esos ámbitos, gran ámbito, es lo que se ha venido a denominar
“Pastoral de la Cultura”. Dentro de ese gran ámbito, amplísimo por cierto, se
halla el diálogo de la Fe con la Cultura, así en mayúsculas que queda mejor y
más bonito. Y en ese diálogo de la Fe (cristiana, entendemos; católica, para
más datos) y la Cultura (alta, media y baja, por poner medidas), se puede
encontrar muchos casos concretos de “diálogos feculturales”. Un ejemplo que me saco ahora de la manga es el del
título de este artículo: el diálogo entre la Fe y la Arquitectura. O bien, para
mejor explicarlo: el diálogo entre la Arquitectura y la Espiritualidad. Pues la
Espiritualidad o Teología Espiritual forma parte, como se podría entender por
su nombre, del currículum de asignaturas de la carrera que hemos llamado “Teología”.
Así, pues, el diálogo entre la Espiritualidad y la Arquitectura viene a
producir lo que podemos denominar “Pastoral Arquitectónica”, que suena curioso
y por eso lo puse como título, pues los títulos han de ser curiosos, entre
otras cosas, para llamar la atención del lector y ser leídos; porque después de
leer un título curioso, tal vez (con cierta probabilidad), sea leído el
artículo curioso (que ha de serlo, para entroncar con el título).
Y una vez presentados los
protagonistas o, por mejor decir, el contexto donde ellos van a actuar, digamos
un caso concreto; para entendernos, vaya, por si acaso no se entendió nada de
lo dicho hasta ahora…
Convento e iglesia de San Juan de la Cruz (Valencia, España) (antigua Parroquia de San Andrés; ver aquí) |
El otro día llama al convento una
chica (le vamos a llamar Patricia). Resulta que la tal Patricia es estudiante
de último curso de la titulación de Arquitectura en una Escuela Técnica Superior,
que es el lugar académico reconocido donde se imparte esa carrera. Un asunto
hace que llame al convento: en el quinto año de la carrera está cursando una
materia que versa sobre “Conservación” (entendemos que se trata de conservación
de algo arquitectónico, llamémosle genéricamente “Patrimonio Arquitectónico”).
Y la duda que tiene Patricia es si acaso en el convento de carmelitas
teresianos o en el terreno de nuestra propiedad tenemos algo (algo
arquitectónico, se entiende) sobre lo que ella podría elaborar un estudio,
incluída una propuesta virtual de conservación y/o de restauración. La respuesta
a su pregunta es “sí”. Y eso le ilusiona y le tranquiliza, porque no tendrá que
buscar más. Aquí lo encuentra y aquí se queda. Y sobre “algo” de aquí hará su
trabajo, lo presentará a su profesora de Conservación-Restauración (C&R),
lo defenderá ante sus compañeros y, quién sabe, a lo mejor se anima a seguir en
la brecha de lo ya investigado y continúa profundizando en la veta encontrada
aquí, en un convento… ¿Y cómo es que en un convento se puede encontrar “algo”
de interés para un universitario ya especializado o en vías de especialización?
Fácil: porque los conventos de frailes y los monasterios de monjas conservan y
restauran desde que fueron fundados; esa doble actividad viene inscrita en el
ser fraile o monja, pues uno y otra acaban amando el patrimonio que les rodea,
porque le otorgan sentido y forma parte ya de sus vidas. Así que, con el
tiempo, se preocupan del patrimonio y buscan soluciones a su conservación, a su
restauración, a su difusión, a su interpretación… Y eso les interesa mucho a
los estudiantes que estudian algo relacionado con ello; por ejemplo,
Arquitectura.
Sin pretenderlo, se monta un
diálogo entre la Fe y la Cultura, entre la Espiritualidad y la Arquitectura (o
la Arquitectura Técnica, que también está muy presente), entre la Historia de
la Orden y la Historia de la Cultura. Y de ese diálogo salen buenos frutos, muy
interesantes, que toman formas diversas, como diversos pueden ser los diálogos
establecidos: jóvenes y de rabiosa actualidad; maduros y con poso; o bien un
poquito de todo: una pizca de modernidad y otra de antigüedad. Y así, casi sin
darnos cuenta, establecemos un fructífero encuentro a raíz de algo tan curioso
como la Pastoral arquitectónica. Pero
no es sólo cosa de Patricia, claro, sino de Juan, Alberto, Sonia, Alicia,
Eduardo, José Luis (por poner nombres ficticios) y unas cuantas docenas de
alumnos y también otras docenas de profesores (algunos, catedráticos) que,
interesados en el patrimonio, se han acercado y se siguen acercando a nuestros
conventos, con ansias y deseos culturales… y se van con los deseos hechos
realidad y, además, con una vivencia humana (de acogida) y espiritual (de
trascendencia), al haberse paseado por entre las piezas patrimoniales que se refieren
a Dios o a algo que tiene que ver con Él.
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