San Josafat se encargó en el siglo XVII de que hoy, en el siglo XXI, pudiéramos llegar a algo tan sencillo: la comunión de las Iglesias occidentales y orientales dentro de la misma Iglesia Católica: con un derecho canónico para Occidente (publicado en 1983) y un derecho canónico para Oriente (publicado hacia 1990). Con todas las tradiciones continentales, internacionales, nacionales, regionales o locales de cada Iglesia particular (no es lo mismo los católicos de rito bizantino que los católicos de rito siro-malabar, por ejemplo: aquéllos, originariamente, situados en Europa Oriental y en Medio Oriente; éstos, ubicados principalmente en cierta parte de la India cristiana...).
Pues bien, San Josafat es, por así decirlo, nuestro querido patrón de la unidad entre Oriente y Occidente. Josafat era oriental. Eso para empezar. Y llegado cierto momento, se 'convierte' en la forma nás sencilla de todas las conversiones (no contamos aquí las reconversiones de los ya católicos), es decir, la forma de la comunión con Roma: es decir, deja de estar separado de Roma (Iglesia Católica) y decide unirse a la comunión de todas las Iglesias (como era en los primeros siglos del cristianismo: todas en comunión, siendo la Iglesia de Roma la que las presidía a todas, presidía en la comunión y en la caridad). Decidió también hacerse monje, siguiendo la regla de San Basilio, por eso se llaman "monjes basilianos"; y estos monjes, podemos decir, son orientales, o sea: siguen todas las tradiciones y ritos orientales, estando en comunión con Roma. Y así, nuestro Josafat, aprendió y luego supo enseñar a conservar todo lo propio (lo oriental), para que lo católico fuera más amplio aún: no solo lo occidental -que ya tenía la catolicidad- sino también lo oriental...
Josafat ya era católico. Y monje. ¿Y qué más? Pues que se fijaron en él desde Roma para que patrocinase precisamente el acercamiento entre Oriente y Occidente; él se iba ganando ya las voluntades de unos y de otros, acercando a sus hermanos orientales a la sede occidental romana (por lo cual le llamaron "ladrón de almas", pues reconocían su suavidad y cercanía para con todos). Y fue entonces cuando lo nombraron obispo. Un obispo oriundo de la actual Ucrania (la gran Ucrania -como también lo fue la gran Polonia, en sus buenos momentos de expansión y reconocimiento)... Y ahí y así, su obra se engrandeció hasta sobrepasar los confines diocesanos o jurisdiccionales...
Claro que eso no gustó a todos. Y como siempre, surgieron algunos que le tuvieron envidia (¡qué mala que es la envidia!) y ella les llevó a acabar con la vida del converso, monje y obispo. Por eso hoy lo veneramos como mártir también. Así que el bueno de Josafat lo tiene todo. ¡Vaya ejemplar! Es un ejemplo para nosotros de entrega, de opción cultural, de suavidad, de cercanía y empatía con todos, especialmente con los hermanos más reacios y alejados... ¡San Josafat, ruega por nosotros!
Para saber más, ver aquí.
Su tumba (se ve el cuerpo momificado) está en San Pedro del Vaticano (Roma, Italia); ver aquí.
(Publicada el 13.11.2013) (Republicada el 13.11.2016)
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