27.9.13

Recuperar los valores de la ciudad

Ha salido ya, por fin, el artículo titulado «Recuperar los valores de la ciudad. (Acercamiento bibliográfico interdisciplinar)» en Revista de Espiritualidad, de los carmelitas descalzos de la Provincia OCD de Castilla, con sede en Madrid.


El enlace general de la revista es: http://www.revistadeespiritualidad.com/ , donde ahora se puede clicar en los diversos artículos del nº 276, titulado «Fe, sociedad y laicidad (II). Caminos abiertos». Porque uno de esos caminos abiertos es la ciudad... 
Y el enlace particular del artículo es el siguiente: http://80.33.116.7:8100/ede/PDF/276/husillos276.PDF

El formato es "PDF", portable document format, que es el más sencillo e internacional.
 

Recuperar los valores de la ciudad. (Acercamiento bibliográfico interdisciplinar)

 El contenido es, como dice el subtítulo, "interdisciplinar", porque se acerca a la ciudad desde diversos ámbitos: la geografía humana, el pensamiento, la cultura, el medioambiente, el humor, la teología, la espiritualidad, la bibliografía, el lenguaje, la sincronicidad, la ética, etc. Casi todo tiene cabida en él, que es un artículo y no un libro, y con espacio restringido.

El tono del artículo es serio y desenfadado a la vez; contiene reflexiones hondas, guiños abiertamente cómicos, intentos de abrazar a los contrarios, propuestas de síntesis e indicaciones para desarrollar largamente el tema, el de la ciudad, siempre interesante.

Y el recorrido que se hace en la lectura del artículo es ascendente: va de lo más genérico a lo más concreto; de lo más "ínter" a lo más "intra", de fuera adentro; de la lengua (en general), con lista de vocablos de "lo ubano", a optar constantemente por expresiones positivas y esperanzadoras (sabiendo la desesperanza que causa la ciudad).

Por todo ello, se recomienda su lectura y se anima a las personas lectoras a que dejen su propio comentario, si lo desean, como comentario de esta entrada. La visión sosegada y serena de todos (por lo variada que puede ser) ayuda mucho a entender el asunto: la ciudad.

Gracias anticipadas por leer, un sano ejercicio para nuestras señoras neuronas.
 

25.9.13

Notas de lectura de un nieto del Concilio

(Publicado en Revista de Espiritualidad, Madrid, 2010, nº 277, pp. 607-614)
 
Tras los 45 años de la clausura del Concilio Vaticano II (1965-2010)[1] ofrezco una serie de notas personales de los diversos libros que han ido configurando mi reciente descubrimiento y disfrute del acontecimiento por antonomasia de la Iglesia católica en el siglo XX. 

 
Distingo entre padres, hijos y nietos del CVII. Para justificar esta distinción, argumento así: los Padres conciliares engendraron y dieron a luz el Concilio; los hijos sería la generación siguiente (v.gr., los del 68); y los nietos somos los que conformamos la generación subsiguiente: no vivimos en carnes propias la preparación ni la celebración conciliar ni el pontificado de Pablo vi, sino que somos producto de todo ello. Hijos del posconcilio, todo es nuevo para nosotros: el sufrimiento del antes, la pasión del durante y parte de la vivencia del después, con la visión de las cosas casi medio siglo más tarde.
 
Valga decir antes de empezar que ahora me siento muy a gusto entre todos los grandes teólogos conciliares (no digo ya conciliaristas o no, que eso es otro debate en el que no quiero meterme ahora) y que lo escrito aquí surge del respeto a todos ellos por su importante labor.
 
Todo empezó con las memorias de Hans Küng, dos gruesos volúmenes que van desde su nacimiento hasta inicios de los años 80, cuando pierde la missio docente, pasando por su vivencia pormenorizada del Concilio[2]. Leyéndolo empecé a familiarizarme con el ámbito suizo-alemán, bien lejano del español y del latino. Siempre la II Guerra Mundial por medio y, cómo no, el CVII, sobre cuya intrahistoria desvela muchos entresijos[3]. Entendí su periplo romano, aunque tal vez el autor se deja llevar por los estereotipos de la época, sin profundizar en las personas que no ha tratado personalmente (v.gr. Pío XII). Lo que eché en falta es mayor presencia de lo místico o al menos de alguna que otra interpretación espiritual (como en las memorias del card. Suenens); es todo como muy llano, muy directo y muy poco o nada por el camino indirecto; él convive con una conversa, Christa Hempel, y colabora con otra, Julia Ching, pero no presta atención (más aún, huye) de la orientación mística que tuvo su colega y colaborador Hans Urs von Balthasar –con su asistencia espiritual a Adriana von Speyr–, quizá por el rechazo de Küng a su tocayo de la propuesta de formar parte de cierta aventura fundacional de éste (instituto secular masculino). Llama la atención su proceso vocacional inicial en el Colegio germánico, cómo le impresionan ciertos jesuitas y cómo irá orientando su vida con el paso del tiempo. Son memorias y en ellas se desahoga el autor todo lo que quiere. Critica al belga mons. Philips como político demasiado diplomático y las interpretaciones de Küng no cesan de recordar la clave política. Tiene la suerte de vivir más años que algunos de sus colegas e incluso alumnos y eso le permite criticar las memorias de éstos ya publicadas (las de Lehmann; o las de Ratzinger, que tilda de insuficientes). Desde las primeras páginas se compara con el Papa y acaba por explicar la diferencia entre ambos diciendo que pertenecen a dos marcos de referencia opuestos, como le había ocurrido con otros teólogos y cardenales (que no con Suenens, aunque a éste le critica su último viraje en pro de los movimientos laicales). Algo positivo de sus memorias es que da los esquemas de sus obras: éstos sirven de buena introducción para quien no las haya leído o de resumen para el que ya las leyó. En estas memorias, muy eruditas en cuanto datos y fechas, se muestra tal cual es, dubitativo (le encantan los interrogantes en los títulos), provocativo y mediático (cf. algunas fotos ante multitud de medios de comunicación) y, en definitiva, tan radical que siempre crea polémica, allá donde va. Ya se lo decía el card. Döpfner, presidente de la Conferencia Episcopal Alemana: dices cosas importantes, pero es que el modo de decirlas… o el tiempo de lanzarlas a la palestra… ¡Y eso que Döpfner era de los más avanzados entre los cuatro moderadores del CVII! (Hay que añadir que Küng siempre vibró más con Suenens que con ningún otro, aunque, por la lectura de las memorias de este último, me parece que la vibración no fue del todo mutua, pues sólo menciona a Küng de pasada.) Lo que muchos le critican es la repetida imprudencia; otros dirán que hay que lanzarse y abrir brecha en el pensamiento teológico o nos moriremos por tanta discreción… En fin, que con él el debate está servido. En el segundo tomo relata el affaire Küng: le quitan la missio canónica de su docencia eclesiástica, quedándose aún como profesor en la pública en virtud del Concordato alemán con la Santa Sede; éste fue fruto de las negociaciones del nuncio Pacelli (luego Pío XII) antes de la Guerra. ¡Qué paradojas tiene la historia!: le iba a salvar un producto del Papa tan criticado por él y a quien, como ritornelo, engloba en los Píos (beato Pío IX, S. Pío X, Pío XI y Pío XII), haciendo tabula rasa en negativo. Pareciera que juzga a todos y me pregunto si para contar la propia vida hace falta eso. Curiosamente, tanto con Juan Pablo II –al que sencillamente ignora– como con Benedicto XVI, su antiguo colega universitario, Küng ha mantenido su función sacerdotal, algo eclipsada en las memorias por su función académica, omnipresente en todas las páginas, pues siempre habla como «profesor». Con todo, he aprendido mucho con su lectura y me ha hecho buscar las memorias de otros.
 
Así que mi lectura prosiguió con la recopilación de escritos de los años 50 del P. Congar, op, en medio de su crisis preconciliar y de los sucesivos destierros o retiros forzados en lejanos conventos[4]. Mi primera impresión fue anotar: «¡Dios mío, cuánto sufrimiento!». Una conciencia tan delicada, tan sensible como la suya… y viéndose a veces decrépita, otras vencida, otras timorata, otras renacida, otras abandonada… Supongo que ésa fue su noche pasiva; luego surgió un Congar renovado, preparado para todos los golpes que recibiría en la Comisión preparatoria doctrinal del CVII; más callado trabajo durante el mismo, siendo capaz de publicar junto a Küng y de apoyar a Philips al mismo tiempo, siendo tal vez quien más redactó textos para unos y para otros. Philips no soportó el tirón y su corazón casi se rompe, por lo cual se tuvo que retirar; Congar quedó solo ante el peligro (que era mucho y muy grande), recibiendo al final de la corrida conciliar agradecimientos episcopales, que es lo que se llevan los religiosos que calladamente trabajan para ellos (ayer como hoy, mismo tiempo: ¿que no hubiera hecho lo mismo un P. Jesús Castellano de haber sido perito o consultor del Concilio?[5]). Lo único que no me gustó fue el tono de algunos comentarios de su editor: a veces irónico y pareciendo como más allá del bien y del mal. Menos mal que recordaba el buen gusto congariano que me dejó el ejemplo del P. Juan Bosch, op, tristemente desaparecido, que a punto estuvo de participar en el III Seminario del Desierto de Las Palmas, que trató sobre «El Diálogo» (celebrado en 2006)[6].
 
Después, dado ya el nivel de conocimiento que iba teniendo de los personajes principales, especialmente de los teólogos más activos y relevantes, pasé de las memorias a la biografía: la de Karl Rahner que hizo tan acertadamente su asistente Vorgrimler[7]. (Así, entre paréntesis, anoto que me llamó la atención alguna afirmación de Vorgrimler defendiendo tesis u opiniones de Rahner, también defendidas por H. Küng; pero la diferencia es que a uno le encausan posconciliarmente en el antiguo Santo Oficio y al otro no.) Con estos precedentes, y habiendo traspasado la barrera del miedo por haberme introducido ya en la lectura de la biografía de Rahner, me ayudé en esa tarea con un librito muy manejable que se sacó en el centenario de su nacimiento[8]. Ahí colaboraban el card. Lehmann, antiguo asistente suyo —a quien ponen listo tanto Küng como Vorgrimler—; un teólogo de la liberación jesuita (Jon Sobrino), un biógrafo rahneriano de primera (Günther Wassilowsky) y algún otro colaborador más (el jesuita Philip Endean, anglófono, muy interesante al presentar las dificultades de la traducción inglesa de las obras del teólogo alemán). Cinco artículos reunidos para orientar los diversos influjos ejercidos por Karl Rahner.
 
Al descubrir un interesante y manejable libro escrito por el cardenal Franz König (1905-2004), que fue arzobispo de Viena, me di de lleno a su lectura[9]. Resultó ser su libro póstumo en el que ha quedado plasmado su talante conciliador, aperturista y moderado al unísono, muy realista, poco político, amigo de la sencillez, con humor y atrevido, adelantando el futuro todo lo que es posible adelantarlo. En definitiva, una excelente lectura, recomendada para todos los públicos, al menos para los interesados en conocer mejor el espíritu del Concilio y entender sabiamente el posconcilio así como su influjo en nuestros días. La introducción del libro es un breve perfil del autor por parte de una periodista anglo-austríaca, colaboradora suya e incluso traductora, que ha sido la encargada de editar este último libro del cardenal.
 
Tras todas estas apasionantes lecturas, llegó la Navidad y por ese tiempo salió la última obra del jesuita Santiago Madrigal[10]. Resulta que este profesor de eclesiología en Comillas se ha dedicado a la prosopografía teológica conciliar: historiar el Concilio a partir de los diarios, las memorias, las autobiografías, las notas de prensa y otros materiales de primera mano surgidos de la pluma de los teólogos que participaron en el CVII. «Este libro está escrito para mí», me dije. Así que lo pedí para Reyes y éstos, magnánimamente, me lo trajeron. Devoré el libro, que usa los diarios de Congar y de Henri de Lubac; pero no se para ahí, también echa mano de las notas de mons. Philips y del P. Sebastian Tromp, quien también aparece en las memorias de Küng (Tromp fue estrecho colaborador del card. Ottaviani así como del Papa Pío XII). Con esta presentación me quedó claro que la opción que se tomó en el Concilio para desatascarlo al final fue la «vía Philips» (éste llegó a sustituir a Tromp), una solución de compromiso si se quiere, pero eficaz para buscar el consenso y el hecho de que unos y otros se pudieran reconocer en un mismo texto, lo cual es muchísimo más difícil de lo que unos y otros y los de más allá se creen. Mirando sus referencias bibliográficas, recordé un artículo que publicó en esta revista sobre la recepción del Concilio[11]; decidí centrarme más bien en un libro suyo publicado en 2005: en él reúne diez versiones del Concilio acompañadas con pinceladas biográficas sobre sus emisores[12]. Los diez protagonistas elegidos por Madrigal son: Y. Congar, el card. Suenens, el filósofo Jean Guitton, H. Küng, el escritor Gonzalo Torrente Ballester, la líder seglar Pilar Bellosillo, K. Rahner, el literato José Jiménez Lozano, el teólogo calvinista Karl Barth y el general de los jesuitas, P. Pedro Arrupe. Cada uno, un capítulo. Los capítulos no son equiparables, pues con Barth sólo da los esquemas de sus comentarios que ofreció a la Santa Sede (en las diversas congregaciones vaticanas) de los documentos conciliares, ya que no pudo participar en el Concilio. O también su ser jesuita le hace alargarse más en el capítulo dedicado a Arrupe, que apenas participó en la última sesión del CVII. Con todo, sirve a su autor para enlazar con el epílogo: «Iglesia, ¿qué has hecho con tu Concilio?». (Es curioso que no tenga una conclusión, quizá porque su autor sigue investigando en el mismo asunto y deja abierto el tema para ulteriores profundizaciones.)
 
Imprescindibles se hacen las crónicas del momento conciliar emanadas de la siempre amena pluma de José Luis Martín Descalzo, esos tomitos que sacó la editorial PPC en los años del Concilio[13]. Son necesarios para entender los ánimos, para observar las intervenciones que más importancia tuvieron, para tomar el pulso al ambiente de la Roma de los sesenta y de la Iglesia universal en vísperas del Concilio, a lo largo de su duración (en las cuatro sesiones, desde 1962 a 1965) y el regusto que quedó una vez clausurado y publicados los documentos. Justo en ese tiempo, el de la clausura, vio la luz otro librito en España que se dedicaba a presentar con sencillez y amenidad lo que su autor llama «propulsores del Concilio», como si de un cohete se tratara[14].
 
No acaba todo con estas lecturas, pues tras éstas vienen otras: como los deliciosos recuerdos del cardenal Suenens[15] o también la eclesiología de corte más oficial[16], que van completando necesariamente las visiones parciales de cada uno de los protagonistas. Sobre Rahner también se puede proseguir la profundización con una introducción muy asequible, en la cual aflora tanto su obra como su persona[17]; de nuevo se relacionan sus escritos dogmáticos con los de espiritualidad, haciendo hincapié, como ya lo hizo Vorgrimler en el mismo título de su biografía, en que hay una concordancia directa de su teología con su espiritualidad, pasando por el tamiz de la experiencia.
 
En definitiva, buenas lecturas para conocer de primera mano a los protagonistas del Concilio Vaticano II: qué sentían, cómo lo vivían, qué pensaban, cómo se influyeron unos a otros, cómo entendieron las cosas, qué sucesos les rodeaban y cómo se las arreglaron para sacar adelante un Concilio que, antes de empezar, muchos querían que fuera una cosa sencilla, rápida y más bien cerrada. ¡Qué diferencia! La cosa quedó abierta y bien abierta, de modo que hoy seguimos nutriéndonos de sus frutos. Y aquí he querido recoger algunos de ellos en forma de libros autobiográficos, biográficos, crónicas e introducciones. Gracias a todos: los autores, los compiladores, los traductores... y los lectores.


[1] Uso, a partir de ahora, la sigla CVII para referirme al Concilio Vaticano II.
[2] Hans Küng, Libertad conquistada, Trotta, Madrid 42007 [original de 2003], 624 páginas; Id., Verdad controvertida. Memorias, Trotta, Madrid 2009 [original de 2007], 766 págs. En el primer volumen trata más profundamente del Concilio; a ése volumen me refiero aquí.
[3] No es comparable a la crónica que hizo el P. Wiltgen cuyo título es el mito de que el Rin desembocó en el Tíber: los teólogos de los países bañados por el Rin y sus vecinos habrían hecho desembocar su teología en el CVII (cerca de donde pasa el Tíber), que saldría victoriosa (cf. una de mis primeras recensiones en Revista de Espiritualidad 62 [2003], pp. 643-645). Otros no quieren acentuar interpretaciones así sino más bien verlo desde la clave de la comunión: los documentos conciliares fueron el resultado de la comunión de la Iglesia.
[4] Yves Congar, Diario de un teólogo (1946-1956), ed. de É. Fouilloux, Trotta, Madrid 2004 [2000], 508 págs. Hay escritos congarianos no polémicos, no publicados por la editorial Trotta.
[5] Sobre su ingente tarea “vaticana”, cf. Archivum Bibliographicum Carmeli Teresiani n. 47 (2007), por D. Tomás Sanchis, donde se halla el perfil biográfico y la bibliografía.
[6] Cf. I. Husillos Tamarit (coord. y ed.), El Diálogo. III Seminario Desierto de Las Palmas, Monte Carmelo, Burgos 2007, p. 11.
[7] Herbert Vorgrimler, Karl Rahner. Experiencia de Dios en su vida y en su pensamiento, traducción de Xabier Pikaza, Sal Terrae (Panorama, 7), Santander 2004, 360 págs. Se divide en dos partes: I. Vida, pensamiento, actividades (pp. 29-170; más 8 pp. de fotos); II. Los temas básicos de la teología de Karl Rahner (pp. 171-350). Me refiero solamente a la primera parte, que es la principalmente biográfica.
[8] Cardenal Karl Lehmann – Philip Endean – Jon Sobrino – Günther Wassilowsky, Karl Rahner. La actualidad de su pensamiento, Herder, Barcelona 2004, 152 págs. Reedición de un número de la revista jesuita alemana Stimmen der Zeit, con alguna añadidura.
[9] Card. Franz König, Abierto a Dios, abierto al mundo. Por una Iglesia dialogante, DDB, Bilbao 2007 [original de 2005], 184 págs.
[10] S. Madrigal, Tiempo de Concilio. El Vaticano II según los diarios de Henri de Lubac e Yves Congar, Sal Terrae (Presencia Teológica, 173), Santander 2009, 248 págs.
[11] S. Madrigal, «Recepción del Concilio Vaticano II a 40 años de su clausura», en Revista de Espiritualidad 66 (2007), pp. 191-221.
[12] S. Madrigal, Memoria del Concilio. Diez evocaciones del Vaticano II, Universidad Pontificia Comillas (Biblioteca de Teología Comillas, 13), Madrid 2005, 344 págs.
[13] Su conocida serie titulada: Un periodista en el Concilio. Son 4 tomos de 350 págs., 452 págs., 488 págs. y 574 págs., respectivamente, con varias ediciones cada uno.
[14] Teófilo Pérez, 18 propulsores del Concilio, Ediciones Paulinas, Bilbao 1965 (324 págs.). La lista de los 18 colaboradores: Karl Rahner, Marie-Dominique Chenu, Hans Küng, Oscar Cullmann, mons. Alfred Ancel, Bernhard Häring, Hans Urs von Balthasar, Jean Guitton, Roger Schutz, Max Thurian, mons. Emile J. De Smedt, Henri de Lubac, Marc Boegner, Jean Daniélou, Louis Bouyer, Josef A. Jungmann, Yves Congar y Edward Schillebeeckx.
[15] Léon-Joseph Suenens, Recuerdos y esperanzas, Edicep, Valencia 2000, 392 págs.
[16] S. Madrigal, Vaticano II: Remembranza y actualización. Esquemas para una Eclesiología, Sal Terrae (Presencia Teológica, 120), Santander 2002, 424 págs.
[17] Karen Kilby, Introducción a Karl Rahner, Mensajero, Bilbao 2009, 128 págs. Se sirve, entre otros, de los estudios rahnerianos ingleses del jesuita P. Endean (cf. supra nota 8).

24.9.13

Calles carmelitanas de Valencia (España) (y 4)

Hemos visto varios recorridos por la ciudad de Valencia, recorridos de tinte carmelitano y teresiano: aquí (1ª parte), aquí (2ª parte) y aquí (3ª parte).

Ahora terminamos ese recorrido por las calles más nuevas o más recientes (de hace menos de un siglo, aproximadamente).

Esas calles son:

1) Plaza de Ávila
2) Calle Convento Carmelitas
3) Calle San Juan de la Cruz

Y esas tres calles están en una misma zona, alrededor de la calle Alboraya de Valencia, en sus cercanías, travesías (como la calle Convento Carmelitas, perpendicular a la de Alboraya) o travesías de sus paralelas (paralelas de la calle Alboraya son, a la derecha, la calle Pintor Genaro Lahuerta; y, a la izquierda, la calle Almazora); travesías de esas dos paralelas son: tanto la calle plaza de Ávila (en relación con la calle Pintor Genaro Lahuerta) y la calle San Juan de la Cruz  (en relación con la calle Almazora).


La calle Convento Carmelitas atraviesa perpendicularmente la calle Alboraya.
La razón es que toca a un lado el Convento de Carmelitas Descalzos, fundado extramuros de la ciudad, tras la Restauración borbónica (1874), ya en la década de 1880.

Fue conocido como el Santuario de la Virgen del Carmen -por la afluencia de devotos de la Virgen del Carmen (especialmente, de los pueblos valencianos) que tuvo la iglesia conventual de los frailes-. Para saber algo de esa Valencia antigua, que ya no vemos hoy, y concretamente algo del Convento de los Carmelitas Descalzos antes de la guerra, como la imagen de la Virgen del Carmen que presidía la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen (de los mismos Carmelitas Descalzos), así como la imagen de la Virgen del Carmen que presidía el coro del convento, ver el blog Comunidad Valenciana: Arte y Memoria, aquí.

(Intuyendo el permiso para reproducirla de dicho blog, coloco aquí la Virgen del Carmen sedente, que estaba en el coro del convento:

Virgen del Carmen (talla antigua), en el coro del convento de los Carmelitas Descalzos, de la calle Alboraya
(Foto tomada del blog «Comunidad Valenciana: Arte y Memoria»)
A partir de 1954 es erigida la Parroquia de Nuestra Señora del Carmen, en parte del convento e iglesia conventual y, hasta ese momento, llamada "Santuario de la Virgen del Carmen". El primer párroco fue el P. Amado de Jesús, en 1954, año de la inauguración por todo lo alto de la nueva parroquia valenciana.
 
Es interesante notar que, como ya vimos en relación con el antiguo Convento de Carmelitas Descalzos, cuyo titular era San Felipe, en la Valencia antigua de los siglos XVI, XVII, XVIII y XIX, hoy desaparecido por completo (estaba enfrente de las Torres de Quart, esquina con calle Quart -todo ello lo vimos aquí-), que estaba la calle Santa Teresa, por esa relación de "Fundadora" de la Orden del Carmelo Teresiano, es posible que en la Valencia nueva, o sea, la emergida tras la Restauración, con un nuevo urbanismo, etc., y la Valencia contemporánea del siglo XX, con más ampliaciones aún, etc., hayan pensado colocar la calle San Juan de la Cruz en las cercanías del actual Convento de Carmelitas Descalzos, que da tanto a la calle Alboraya como a la calle Convento Carmelitas. Porque San Juan de la Cruz fue el "cofundador" o "ayudante" de la Santa de Ávila, en la cosa fundacional del Carmelo Teresiano en su rama masculina.

Esta calle es travesía de la calle Almazora, paralela de la calle Alboraya.
Y como todo surgió de Ávila, esa ciudad castellana donde nació Santa Teresa de Jesús, en 1515, (de lo que en breve celebraremos el V Centenario), y la capital de la provincia donde también nació San Juan de la Cruz (nació en Fontiveros), en 1542, pues pensaron ubicar la plaza de Ávila en las inmediaciones del actual Convento de Carmelitas Descalzos, en esa zona nueva de la ciudad, extramuros, que es el llamado distrito del Pla del Real y de la Trinidad, colindante por el Suroeste con el distrito de Zaidía (propio de la Parroquia de Santa Mónica); colindante por el Noreste con el antiguo pueblo (hoy barrio) de Benimaclet (con varias parroquias: La Asunción, San Lorenzo, etc.) y por el Noroeste, con el barrio de Orriols (y su Parroquia de San Jerónimo), todo lo cual forma el distrito de Tránsitos; y, finalmente, por el Este y Sur con la Parroquia de San Isidoro Obispo (de los Carmelitas de la Antigua Observancia, en la calle Jaume Roig) y el antiguo cauce del río Turia, que ronda el perímetro de esta 'zona 'armelitana'.

Esta plaza está formada junto a la calle Pintor Genaro Lahuerta, paralela de la calle Alboraya.
 

Como regalo, para terminar, esta bella vidriera, que está en la clausura del convento de Carmelitas Descalzos de Nuestra Señora del Carmen, en la calle Alboraya, anejo a la Parroquia de Nuestra Señora del Carmen (misma dirección), y que representa Las Moradas o el Castillo Interior, obra mística cumbre de Santa Teresa de Jesús.
 
(La foto está tomada de la web de los Carmelitas Descalzos de la Provincia OCD de Aragón y Valencia, cuya dirección es: http://www.ocdaragon-valencia.com/carmelitas-descalzos; ahí se lee: «Conoce más de nuestra Orden», a lo que animo a los lectores para profundizar...)

23.9.13

Calles carmelitanas de Valencia (España) (III)

Continuamos nuestro paseo por el centro histórico de Valencia, el distrito de Ciutat Vella (o en castellano: Ciudad Vieja), que viene a ser lo que llamamos, generalmente, el 'casco antiguo' de la ciudad: desde el centro de la Ciudad -ubicado en la plaza del Ayuntamiento- hasta la primera Ronda de Valencia formada por la calle Colón, que va a desembocar en la calle Játiva (a la altura de Renfe) y ésta se convierte más adelante en la larga avenida de Guillén de Castro.

Hemos visitado ya el centro del Barrio del Carmen, que es la plaza del Carmen, con el antiguo convento del Carmen y sus alrededores, en la primera entrada (ver aquí); y también un extremo del mismo barrio, en lo que he llamado la "zona de San José", por el antiguo convento de San José de las monjas carmelitas descalzas, el puente de San José, la columna de la Virgen del Carmen y el colegio Santa Teresa (ver aquí).


La "zona de San José" (plaza Portal Nou) vista desde el puente de San José:
la columna de la Virgen a la derecha, enfrente de la cual el colegio Santa Teresa; y el convento de San José a la izquierda.
Ahora, partiendo de esa "zona de San José", que es donde se coloca la famosísima y premiadísima Falla Na Jordana de Valencia, nos volvemos a adentrar en el Barrio del Carmen, por cualquiera de las calles que nos llevan a otro de sus centros neurálgicos, la plaza del Tossal. Es un paseo bonito, bien por la calle Baja o por la calle Alta, bien por la calle San Miguel, o bien por otros vericuetos del barrio, dando más vuelta...

Ya hemos llegado a la plaza del Tossal, en la que desemboca, a nuestra izquierda, la calle Navellos (que viene desde la mismísima plaza de la Virgen -el centro romano de la ciudad-) y, a nuestra derecha, surge la calle Quart, que, de seguirla, nos llevaría a las Torres de Quart.


Ésta es la plaza del Tossal (antiguo Tosal, en el plano del P. Tosca de 1704) otro de los centros neurálgicos de la vida cotidiana del Barrio del Carmen, muy conocida esta plaza por los jóvenes (y no tan jóvenes) que van de fiesta y de alterne desde el jueves tarde-noche hasta el domingo-noche, los cuales se distribuyen por todo el barrio.
 
Antes que nada: nos interesa la calle que queda enfrente a la izquierda: calle Moro Zeid; pero antes vamos a ver los carteles indicadores que vemos enfrente a la derecha... 
 
 
Exactamente: las Torres de Quart quedan tomando esa calle que se ve tras los carteles indicadores, que es la calle Quart; eso por un lado. Por otro lado, nos dice que a la derecha se puede ir caminando al Museo del Carmen, que es el antiguo convento del Carmen, desde donde venimos, precisamente, por haberlo estado viendo durante un rato (aquí).
 
También nos dice que hacia la izquierda, se visita (cerca) la famosa Lonja de Valencia, de estilo gótico flamígero, junto al Consulado del Mar (formando un mismo edificio o una misma manzana), todo lo cual está enfrente del Mercado Central (de estilo modernista) pues ambas cosas nos las orienta por la izquierda, cogiendo la calle Bolsería. (calle que aparece en el plano del P. Tosca de 1704, por el gremio de bolseros).
 
El arranque de la calle Bolsería es la misma plaza del Tossal, justo al lado del arranque de la calle Moro Zeid, que es la que a nosotros nos interesa para nuestra ruta carmelitana.
 
 
¿Vemos la manzana última por la izquierda? Pues a la izquierda (fuera de la foto) de esa manzana, justo ahí, comienza la calle Bolsería, que nos llevaría a la iglesia de los Santos Juanes, inicio de la avenida Barón de Cárcer (antigua avenida del Oeste) y, de ahí, un paso al Mercado Central, el cual enfrenta la Lonja y el Consulado del Mar.
 
Como vemos, todo está muy cerquita... Pero vayamos por la calle Moro Zeid, a ver qué nos encontramos de tinte carmelitano...
 
Porque al final de esa calle, donde se encuentra el Instituto Francés de Valencia, centro cultural para los francófonos y para los que aprenden el idioma galo, nos encontramos con una calle llamada...
 
 
¡¡Calle de Santa Teresa!! ¿Y qué hace aquí una calle de este tipo? ¿Qué hitos o qué elementos arquitectónicos nos podemos encontrar en esa calle o en sus alrededores? ¿Cuál es la causa de que se llame así y de que esté ahí y no en otro lugar, por ejemplo, al lado del convento de San José, de las monjas carmelitas descalzas, que ya vimos aquí?
 
Vayamos por partes.
Primero: el convento de San José se fundó por dichas monjas a finales del siglo XVI, una vez ya muerta la Madre Teresa de Jesús en 1582; las monjas fundan el convento de San José en el año 1588, por tanto solo seis años después de la muerte de la Fundadora. 
Como ya vimos, esa fundación influyó en su entorno, llamando al puente de San José, en el mismo siglo XVI; y ya, tras la guerra del siglo XX, dio nombre al colegio contiguo, llamándose colegio Santa Teresa.
 
 
Segundo: la Madre Teresa de Jesús fue beatificada (declarada beata) en 1614, y canonizada (declarada santa) en 1622, ambas cosas en Roma. Para esas fechas, toda la "zona de San José", es decir, la plaza del Portal Nou y sus inmediaciones, ya estaba urbanizada y tenía sus nombres respectivos, que era difícil, si no imposible, cambiarlos de repente.
 
Tercero: los frailes carmelitas descalzos, hermanos de Orden de las carmelitas descalzas, llegaron a Valencia solo un año tarde que éstas, en 1589 (fundación del 10 de agosto). Y fundaron el ya desaparecido convento de San Felipe, justo en frente de las Torres de Quart, por tanto extramuros de la ciudad, o sea, en el actual chaflán de la avenida de Guillén de Castro con la calle Quart, en la acerca contraria de las Torres de Quart.
 
× Visión que tenían los frailes desde su convento; si uno se fija, en el ángulo superior derecho de la foto se ve la esquinita del edificio actual; eso ya formaba parte del convento de San Felipe.
 
Cuarto: mirando el plano de Valencia del Padre Tosca, hecho en 1704, no se halla la calle de Santa Teresa, cuando sí que se halla la plaza del Carmen, el convento de San José, el mencionado convento de San Felipe (de los frailes), el convento del Corpus Christi (segunda fundación de monjas carmelitas descalzas, hacia finales del siglo XVII, por 1675 o así, año de la beatificación del P. Juan de la Cruz [1542-1591]), y otros hitos que recuerdan la estancia carmelitana-teresiana en la ciudad de Valencia. Significa que nombrar esa calle con el nombre de Santa Teresa es de invención posterior...
 
Quinto: como no tengo a mano la obra de don Vicente Boix, hecha en 1862-63, y titulada Valencia histórica y topográfica. Relación de sus calles, plazas y puertas (en 2 tomos), no sé si la calle de Santa Teresa ya existió por entonces y, por tanto, relacionarla con la reforma que sufrió Valencia tras la eliminación de la muralla (cuando ya no había peligro de guerras o asedios) y la ampliación de la ciudad con el primer Ensanche y posteriores, dando lugar, posteriormente, a la Valencia moderna que hoy conocemos.
 
Por tanto, teniendo los datos que manejamos hasta ahora, intuyo que la calle de Santa Teresa se creó aldededor de ese tiempo del siglo XIX, tras la desamortización y, seguramente, también tras la reforma de la ciudad, quizá como recuerdo del desaparecido convento de San Felipe, del cual no queda absolutamente nada, ni la más mínima huella arquitectónica o nombre de calle u otra cosa similar que nos lo recordara...
 
Estando, pues en el inicio de la calle Santa Teresa, miramos a nuestra derecha:
 
 
Y en ese mismo edificio, giramos esa esquina, entrando, así, en la calle Murillo:
 
 
Seguimos esa calle Murillo (en honor al pintor sevillano del siglo XVII) hasta el final, que es la parte trasera de las Torres de Quart (final de la calle Quart), pisando casi la misma avenida Guillén de Castro, justo enfrente de donde estuvo ubicado el convento de San Felipe, de los frailes carmelitas descalzos, ya mencionado arriba... (por eso intuyo que la calle Santa Teresa fue en recuerdo de tal existencia).
 
Caminamos por la avenida Guillén de Castro, en la misma acera de las Torres de Quart, durante 5 manzanas (contando las manzanas de la acera que queda a nuestra izquierda) y llegamos ante el convento del Corpus Christi, de las carmelitas descalzas (2ª fundación de monjas carmelitas descalzas en Valencia, en 1681), también recientemente abandonado tras la disolución de la exigua comunidad religiosa.
 
 
Nos acercamos al portal que da al patio exterior del hasta ahora convento...
 
 
...que nos confirma los datos: «Monasterio Carmelitas Descalzas Corpus Christi».
 
Estamos en la penúltima manzana (acera izquierda) de la avenida Guillén de Castro, justo antes de comenzar el antiguo cauce del Río Turia (que, si seguimos paseando, queda a nuestra izquierda también), a un pequeño paseo de la plaza Portal Nou, donde comenzó nuestra visita en el otro antiguo convento de San José, la 1ª fundación de las carmelitas descalzas en Valencia (en 1588; y la 2ª es un siglo después: en 1681, el Corpus Christi).
 
Vemos, pues, cómo el Barrio del Carmen (por los carmelitas de la antigua observancia, que estaban intramuros de la ciudad), atrajo a las carmelitas descalzas en el siglo XVI (también intramuros, pero justo al lado del desaparecido Portal Nuevo; o sea, enfrente de la extinta muralla) y en los alrededores de éstas, a los carmelitas descalzos unos pocos años después (ya extramuros, enfrente del Portal de Quart), y muy cerca a las carmelitas descalzas, de nuevo, en esa segunda fundación en el siglo XVII (también extramuros, enfrente de la desaparecida muralla). Todo, a tiro de piedra, como aquél que dice...
 
(Próxima entrega: la zona "nueva" de la ciudad, o "Distritos Pla del Real-Zaidía", con la nueva presencia de los carmelitas descalzos en Valencia, en la década de 1880, tras la Restauración borbónica -1874- y la lenta restauración religiosa de los conventos en la ciudad que los había albergado desde antiguo...)

Detalles en las calles de Estella (Navarra, España)

Los paseos por la provincia y comunidad autónoma de Navarra (España) ya los publiqué en varias partes: 1ª parte: un breve resumen del recorrido que iba haciendo con foto de Pamplona y anotaciones sobre Estella; 2ª parte (la tengo momentáneamente en el taller, en modo de borrador, pero pronto volverá a estar en línea): con diversas fotos de los lugares que en la primera parte mencionaba: Puente la Reina, Estella y Pamplona; 3ª parteLeyre, Javier, Sangüesa (las tres, de Navarra) y Sos del Rey Católico (de Zaragoza); 4ª parte: Tudela y el castillo de Olite; y 5ª parte: Roncesvalles y la frontera con Francia. Y al final una 6ª entrega: simplemente con los enlaces para consultar de seguido las 5 partes anteriores (aviso de que el enlace de la 2ª parte no funciona).

Pues bien, caminando por la calle principal de Estella (Navarra), calle que atraviesa la ciudad histórica longitudinalmente, tomé dos instantáneas curiosas...

1ª instantánea: una travesía de la calle principal... que tiene el significativo nombre de:

«Calleja del Chapitel»
  
 

Lo más llamativo no es su nombre, que ya es pintoresco, sino la estructura de la calleja...
Ampliemos la visión de la calle y veamos cuán curiosa es:
 
 
Ya nos va llamando más la atención, porque no es el típico pasaje entre edificios.
Ampliemos aún más la visión de la calle...
    

 
Va teniendo gracia esta calleja, con tantos arcos de ladrillo cocido
(ya llevamos tres: el arco principal, en el primer plano, sobre el cual está situado el cartel de la calleja; el arco intermedio, a la misma altura que el primero, con remate de teja vieja árabe; y un tercer arco, que se ve al fondo, arriba, más pequeño que los anteriores, y con el mismo remate en teja, para evitar las filtraciones de la lluvia).
Veamos la foto completa, desde la cornisa hasta el suelo de la calleja...
 
 
Ahora ya son cinco los arcos que podemos contar..., que seguramente son unos siete los que forman esta calleja tan simpática en la casco histórico de la ciudad de Estella (Navarra).
Interesante estructura: dos edificios casi adosados para los que, con el fin de evitar el vencimiento de ambos muros, se inventaron el apoyo mutuo por medio de estos medios arcos de afianzamiento, que nos recuerdan a los arbotantes y tal vez a los contrafuertes de las catedrales góticas españolas. No llega esto a tanto, claro está, pero sí que tiene gracia verlo, admirarlo y aprender de ello..., que los antiguos tenían grandes ideas...
 
  
2ª instantánea: un interfono antiguo en la puerta del patio de una de las casas de Estella:
  
 
Se me ocurren 2 preguntas:
  1. ¿Cuántos pisos o plantas tiene este edificio?
  2. ¿Cuántas casas o viviendas tiene este edificio?
Respuestas: a la primera pregunta, 4 pisos o plantas, siguiendo los números ordinales (1º, 2º, 3º y 4º); a la segunda pregunta: 6 viviendas, puesto que en el primer piso hay una vivienda única, en el 2º piso hay 2º izquierda y 2º derecha, en el piso 3º hay 3º izquierda y 3º derecha, y en el 4º piso hay, de nuevo, una única vivienda; total: 6 viviendas.
 
¿Cómo serán esas viviendas? Imaginemos: quizá la 1ª sea más ancha por ser la de los señores de la casa (hoy diríamos: la del constructor); y las cuatro siguientes pudieron servir para los familiares y allegados (tal vez alquiladas o quizá vendidas a otros dueños); y la última, la del 4º, será una especie de buhardilla o ático o final del edificio, que tendrá gran extensión, sí, pero menos cómoda, en principio, que la vivienda del 1º, por ser la última.
 
 
Y la fecha... A mí se me ocurre que pueda ser de inicios del siglo XX, por la tipografía de las pocas letras y de los números que se ven en la foto, sobre todo el 4, tan gracioso, que me recuerda la época del naturalismo, la de Gaudí y compañía, la de los voladizos de las estaciones del Metro en Madrid, etc., es decir: el intento de asemejarse a los elementos naturales, las hojas de los árboles y mucho movimiento (como si les diera el viento), en elementos realizados en metal, piedra y otros materiales duros, y en la misma tipografía.
 
Ejemplos de tipografía y diseño modernistas: