19.12.17

Figuras del Adviento: el "resto" de Israel

Ya nos avecinamos al final del Adviento. En realidad estamos en el IV Domingo de Adviento, pero al tener esta 4ª semana de Adviento pocos días hábiles (sábado 23, domingo 24), y ya entrar de lleno en la Navidad (vigilia del domingo 24 al lunes 25, lunes 25...), viene a ser como un preludio de la Navidad, una especie de 'larga víspera' de la Natividad.

Por eso, propongo ahora una curiosa figura de Adviento, que en realidad no es una figura sino un colectivo de ellas: unas cuantas, unas muchas, bastantes..., quizá innumerables. Es el grupo englobado bajo la expresión "el resto de Israel".

¿Y quiénes formaban parte de ese resto de Israel? Los piadosos, los devotos, los temerosos de Dios, los que escuchaban la Palabra de Dios y la cumplían, los que esperaban al Mesías (aunque con ideas muy distintas y, aún, muy dispares y contrapuestas)... Entre ellos se encuentran María la Virgen, su esposo José, la pariente de María llamada Isabel, el esposo de ésta: Zacarías, el niño de ambos: Juan (luego llamado el Bautista); también, otros personajes que no aparecen ahora y que aparecerán en el tiempo litúrgico de Navidad, como el anciano Simeón, y la anciana Ana; o los pastores (aunque quizá no fueron previamente tan conscientes de la espera-venida del Señor, y solo lo fueron más tarde, cuando el anuncio del ángel... o tal vez, por ser sencillos, estaban más predispuestos...).

¿Cómo formar parte hoy de ese 'resto de Israel'? Cronológicamente hablando es imposible, claro está. Pero si 'el nuevo Israel' viene a ser la Iglesia de Cristo (la universal, toda unida), así como la Jerusalén de entonces es la Jerusalén de hoy (ciudad histórica, geográfica), pero la Jerusalén celeste es la "ciudad santa" en que viviremos en la vida eterna..., entonces, de algún modo misterioso y no del todo explicable, podemos formar parte hoy del 'resto del nuevo Israel', de la Iglesia que peregrina y que espera a su Señor (la misma que ha repetido durante todo el Adviento: «Ven, Señor Jesús» (en himnos y responsorios).

Como el Señor Jesús ya vino (venida histórica -1ª), viene cada día (venida existencial y dinámica o espiritual -2ª) y vendrá al final de los tiempos (venida teológica -concretamente 'escatológica' en cuanto que habla del 'ésjaton', que en griego viene a ser el final de este tiempo y el inicio del tiempo no cronológico sino del tiempo eterno de Dios -que llamamos 'vida eterna'-, y que mientras tanto, andamos en el tiempo cronológico, que también puede ser salvífico ['kairós'] -3ª- mientras peregrinamos en fe por el tiempo concreto de nuestra vida/existencia en la tierra y nos dejamos salvar por Dios). Como esas tres venidas se dan o se darán en nuestra Historia, podemos abrirnos en la 2ª venida, que es la más cercana para nosotros, con el fin de que espiritualmente venga Jesucristo a nuestra vida, casa, trabajo, grupo, movimiento, comunidad, ciudad, espíritu, iglesia...

Por tanto, imitando las actitudes de espera esperanzada, de paciente espera, de activa espera, como tuvieron todos y cada uno de esos mencionados personajes de Adviento que conforman el grupo del resto de Israel, imitándoles, pues, nos convertimos en el nuevo resto de Israel, que sigue esperando a su Señor, aun sabiendo que ya vino y que vendrá definitivamente; pero, por eso mismo, durante el 'mientras' (el ya pero todavía no) nos pertrechamos con las armas del Adviento (fe, alegría, esperanza, paciencia, misericordia, serviciosilencio, escucha, oración, entrega, aceptación,...). Todas estas 'armas' espirituales las hemos ido viendo o percibiendo a lo largo de las diversas 'figuras del Adviento' (desde Isaías hasta Juan -de Zacarías-, pasando por las varias perspectivas de la Virgen María). Ahora nos toca a nosotros, cada uno en particular, decidir si estamos dipuestos a ser parte...


(Fuente de la última imagen: "Oración para la víspera de la Navidad")

20.8.17

Profecía de Zacarías: paz en Jerusalén

 La lectura primera del Oficio de Lecturas de ayer (jueves de la XXVIII semana del Tiempo Ordinario -en el oficio coral católico-) traía un largo pasaje: todo el capítulo 8 del Libro del Profeta Zacarías o Profecía de Zacarías (que encontramos en el Antiguo Testamento, entre los llamados "Profetas Menores", libro que se halla entre el del Profeta Ageo y el del Profeta Malaquías -éste es el último libro de la Biblia hebrea; por tanto Zacarías es el penúltimo, tanto de la Biblia hebrea como del Antiguo Testamento para nosotros).


Para entender mejor quién es el autor y su época, qué dice en su profecía y porqué, copio dos párrafos de una introducción al Profeta Zacarías (que se hallará en la Biblia editada por la editorial San Pablo, a cargo del biblista Evaristo Martín Nieto y su equipo de colaboradores).

«Zacarías ("el Señor se acuerda") nació probablemente en el seno de una familia sacerdotal (cf. Zac 1,1; Neh 12,4.16), y ciertamente sus vaticinios tienen un marcado sello levítico. Comenzó su carrera profética unos dos meses después que Ageo (cf. Zac 1,1 y Ag 1,1.15), con el que coincidió un mes, durante el que se apoyaron mutuamente en la exhortación a reconstruir el templo. Él continuó su ministerio dos años más, entre el 520-518 a.C., durante el reinado de Darío de Persia, sucesor de Cambisés (Zac 1,1.7). Tiene, como Ageo, la preocupación por la restauración del templo; pero su preocupación principal fueron los valores morales, la pureza y santidad de vida (cf. Zac 7,5s.9s; 8,19). Se considera a sí mismo como continuador de los profetas anteriores (cf. Zac 1,4; 7,7.12).
Cronología del período del Profeta Zacarías (520-518 a.C.)
»Los autores están de acuerdo en que la primera parte del libro es del profeta Zacarías (capítulos 1 al 8). (...). En la primera parte la preocupación está en la restauración del templo (...).
»El contexto histórico de la primera parte es el de Ageo, bajo el dominio persa y con no pocas dificultades para llevar a cabo la reconstrucción del templo. (...).
»La primera parte (caps. 1-8) contiene una introducción (1,1-6), ocho visiones con sentencias proféticas a modo de comentario, (...), y un apéndice mesiánico (7,1-8,23). En ella el profeta trata de llevar un mensaje de fe y esperanza a la comunidad ante las adversidades que sufre: Dios dará la salvación, pero exige previamente la conversión. El contenido fundamental es el anuncio de la era mesiánica, que vendrá con seguridad y pronto. Se caracterizará por la reconstrucción del templo y de Jerusalén (1,16; 8,3), la vuelta de todos los dispersados (2,8; 4,5; 6,15; 7,7s), la venida de Dios a la ciudad reconstruida (8,3), el aniquilamiento de las naciones opresoras de Judá (2,1-4), la conversión de las naciones (2,15; 8,20-23), la destrucción del pecado (3,9; 5) y el establecimiento de la paz (3,10; 8,12)».
    
«Pedid la paz para Jerusalén:
"Que vivan tranquilos tus amigos,
que reine la paz dentro de tus muros
y tranquilidad en tus palacios".
Por mis hermanos y compañeros,
diré: "La paz esté contigo".
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo la felicidad»
(Sal [122] 121, 6-9)

(Jerusalén, en hebreo Yerushaláyam, tiene dentro de sí la raíz de la palabra shalom, paz; por eso es llamada también Ciudad de paz o Ciudad de la Paz) 

  
Profecía de Zacarías
Capítulo 8 (versículos 1-8)

Perspectivas de salud mesiánica
1 El Señor todopoderoso m dirigió esta palabra:
Esto dice el Señor todopoderoso:
2 «Estoy enamorado de Sión
con un amor lleno de celos,
y una gran cólera se enciende en mí a favor suyo».
Esto dice el Señor omnipotente:
«Vuelvo a Sión
y habitaré en Jerusalén.
Jerusalén será llamada
de nuevo ciudad fiel,
y la montaña del Señor omnipotente,
montaña santa».
Esto dice el Señor omnipotente:
«Ancianos y ancianas
se sentarán todavía
en las plazas de Jerusalén;
tendrán un bastón en su mano
a causa de sus muchos años,
y las calles de la ciudad
estarán llenas de niños y niñas
que jugarán en sus plazas».
Esto dice el Señor omnipotente:
«Si el resto de este pueblo juzga
que esto es imposible,
¿lo tendré yo que juzgar también
como imposible?»,
palabra del Señor omnipotente.
Esto dice el Señor omnipotente:
«Libraré a mi pueblo
del país de oriente
y del país de occidente;
yo los traeré
para que habiten en Jerusalén.
Ellos serán mi pueblo,
y yo seré su Dios
en la fidelidad y en la justicia».


¡Qué bellas imágenes utiliza el profeta Zacarías!:
    
1) los ancianos -que se sirven ya del bastón, por la muy larga edad y los achaques- que hablan tranquilamente en las puertas de las casas, en las plazas del pueblo, de la ciudad;
2) los niños que juegan en las plazas, en las calles de la ciudad y del pueblo...

Si los ancianos siguen viviendo es que ha habido un tiempo largo de paz, en el cual han perseverado pacíficamente las personas hasta llegar a su ancianidad, en paz, y pueden compartirlo con otros ancianos -llegar a la ancianidad no sería una excepción, sino la regla- y compartir tranquilamente el tiempo vivido, las vivencias de un tiempo pasado...

Si los niños juegan en la calle es que las calles y las plazas de la ciudad no están ocupadas por los ejércitos en guerra o por los bandidos o por los francotiradores... Si las calles están llenas de niños y de niñas, es que las calles están limpias de guerra, llenas de paz, y los niños las llenan de su alegría, de su jolgorio e inocencia, de su algarabía, que alegra la ciudad y da esperanza a los mayores: esos niños jugando muestran la paz de la ciudad...



«Los hijos son un regalo del Señor;
el fruto de las entrañas, una recompensa.
Como flechas en manos del guerrero,
así son los hijos de la juventud;
dichoso el que llenó de ellos su aljaba»
(Sal [127] 126, 3-5a)

 Bibliografía recomendada:
Un sencillo folleto para leer y entender el libro del Profeta Zacarías,
junto con otros profetas menores:
Cuadernos bíblicos, nº 90 - Ediciones Verbo Divino, Estella (Navarra)

17.6.17

Un apunte de naturaleza: flor de junio


Ayer abrió el cactus su hermosa flor, flor que dura unos dos días y que, sobre todo, está más esplendente y abierta de buena mañana, antes de que reciba del sol todo su calor... Esta foto la he hecho ya al atardecer, con lo cual no está tan bella como deseaba mostraros... Con todo, fijaos en el detalle de la foto siguiente: ¿cómo es posible tanta belleza para dos días solamente?



Al ver las multitudes, Jesús subió al monte, se sentó y se le acercaron sus discípulos; y se puso a enseñarles así [Mt 5,1-2 (inicio de las bienaventuranzas)]:
«No podéis servir a Dios y al dinero. Porque eso os digo: No os angustiéis por vuestra vida, qué vais a comer; ni por vuestro cuerpo, qué vais a vestir. Porque la vida es más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido. Mirad las aves del cielo; no siembran, ni siegan, ni recogen graneros, y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? ¿Quién de vosotros, por mucho que cavile, puede añadir una sola hora al tiempo de su vida? Y del vestido, ¿por qué os preocupáis? Mirad cómo crecen los lirios del campo, no se fatigan ni hilan; pero yo os digo que ni Salomón en todo su esplendor se vistió como uno de ellos. Pues si Dios viste así a la hierba del campo, que hoy es y mañana se la echa al fuego, ¿no hará más por vosotros, hombre de poca fe? No os inquietéis diciendo: "¿Qué comeremos?" o "¿qué beberemos?" o "¿cómo vestiremos?". Por todas esas cosas se afanan los paganos. Vuestro Padre celestial ya sabe que las necesitáis. Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo eso se os dará por añadidura. Así que no os inquietéis por el día de mañana, que el mañana traerá su inquietud. A cada día le bastan sus problemas» (Mt 6, 24b-34).


1.6.17

Algo sobre san Justino

San Justino
(filósofo, converso y mártir, +165)

El mes de junio lo hemos inaugurado (1 de junio) con uno de los primeros conversos: san Justino. Dejo aquí algunas pistas curiosas sobre este santo curioso: Justino, primero filósofo; luego, ya en edad madura, converso; por fin, mártir al testimoniar su fe (muere en el año 165).

Evidentemente, todo el que estudie el período patrístico, tiene que admitir que Justino se convirtió; le sirvió en parte la filosofía para llegar a la verdad de la fe; en ese sentido podríamos decir que no fue un Pablo (no cayó ni del potro ni del caballo, ni siquiera de un ponny) ni tampoco, diríamos, fue un Agustín; aunque, si hay que escoger alguno de los dos para compararlo, podría ser que fuera más un Agustín en el sentido de que tuvo un proceso hasta su conversión, que no fue inmediata (por un golpe de la gracia...).

Desde siempre se ha reconocido, pues, el 'estatus' de converso de Justino. Si nos vamos un poco atrás, ya aparece en la magna obra de Esslinger, ese sacerdote suizo que investigó sobre los conversos allá por 1840; del mismo modo, Huby, especialista donde los haya, de inicios del siglo XX (1919), también lo recoge en su recopilación de casos (en francés); el italiano Barra (de mediados del siglo XX, 1959) igualmente lo menciona en su estudio sobre la psicología de los conversos (hay traducción en varios idiomas, entre ellos, en español); el profesor Morales (Universidad de Navarra, Opus) -tras investigar poco a poco y de lleno el caso paradigmático del cardenal Newman (1976, 1978, 1979 y 1983), también tiene en 1984 un estudio acerca de «La investigación sobre San Justino y sus escritos» (en Scripta Theologica, de Pamplona, tomo 16, p. 869-896); en la misma revista, el profesor Merino también publicó unos años después (1987) otro artículo de investigación -más pequeñín que el anterior de Morales- sobre la conversión de S. Justino («Condiciones espacio-temporales de la conversión cristiana en San Justino Mártir», en el tomo 19, p. 831-840); por otro lado, en el santoral abreviado que hace el norteño Núñez Uribe en la editorial Verbo Divino (1991), sale mencionado S. Justino; el famoso César Vidal, que hacia 1992 no era tan conocido o no tan mediático y que, entonces, era Vidal Manzanares, en su diccionario de patrística (editorial Verbo Divino de nuevo), evidentemente, también lo cita; y ¡cómo no! aparece en el Diccionario patrístico y de la antigüedad cristiana, que en dos gruesísimos volúmenes dirigidos por el agustino italiano Àngelo Di Berardino, tiene publicado la editorial Sígueme (de los Operarios Diocesanos, en Salamanca [1992, pero tengamos presente que es traducción del italiano, con lo cual el original es de algún año anterior]), en cuyo segundo tomo se le dedica un artículo, por el agustino De Simone (p. 1.224-1.226); el cardenal Doré, en el tomazo (en francés) conmemorativo que regaló a la cristiandad cuando íbamos a entrar en el III milenio, le dedica un capítulo, reconociendo que fue uno de los 365 momentos-clave de la historia de la Iglesia cristiana (concretamente, católica: «Justino de Roma. Un gran filósofo hizo de su vida su amor a Cristo») y lo menciona repetidamente a lo largo de su magna obra (es que titula su obra como 365 días del año, pues 365 capítulos de dos páginas o tres, o como mucho cuatro, sobre momentos-clave de la Historia de la Iglesia); asimismo, las monjas cistercienses Carrasquer Pedrós y Saratxaga González, en su importante, único e interesantísimo estudio sobre Matrología (2001), publicado por la editorial Monte Carmelo (de los carmelitas descalzos de Burgos), también lo mencionan; de igual modo, en la edición de la misma editorial Monte Carmelo de la guía abreviada de padres de la Iglesia del máximo especialista Hamman (2006), se halla una extensísima mención (10 páginas: 26-36); y finalmente, el agustino Del Olmo Veros, en su volumen dedicado a los conversos en la era patrística (publicado por la editorial Edibesa, en esa colección inventada por el siempre genial P. José Antonio Martínez Puche, dominico, titulada "El Camino de Damasco", y que tiene 7 volúmenes, como signo de la perfección: y abarca desde el siglo I hasta el siglo XXI...), también aparece mencionado varias veces, y le dedica por fin un espacio de honor (esta vez, el doble que en Hamman: 20 páginas: 167-187). Ya, por último, una curiosidad curiosa: el jesuita converso Cyril Charles Martindale (1879-1963), ensayista, profesor y predicador londinense, fue conocido por su faceta de biógrafo de ciertos conversos; ¿a qué no adivináis de quiénes -conversos- hizo biografías? Pues sí: de S. Justino, del beato Newman y de monseñor Benson... Trío de ases, porque vemos, de nuevo, que Newman aparece aquí y allá, y siempre por algún lado se cuela nuestro Justino. ¡Bravo por él! De él, precisamente, el papa Benedicto XVI ha hablado (y escrito) en esas magníficas audiencias (como las 'mercoledinas' del beato Juan Pablo II, pero más enjundiosas aún), en donde va pasando revista a toda figura que haya marcado la vida de la Iglesia; además, él que es tan especialista y tiene un hondo, hondísimo, conocimiento reposado sobre la patrística, creo que le encantó (y nos encantó) con su comentario sobre S. Justino. Así que... no nos queda más remedio que decir: "San Justino, querido, 'ora pro nobis'".


11.5.17

Recorrido papal del siglo XX (1901-2000): la DSI

Vamos a hacer un repaso muy breve a los papas de la Iglesia católica en el siglo XX, fijándonos en la "Doctrina Social de la Iglesia" (sigla: DSI) que han dado a luz en sus diversas encíclicas y en otros documentos.


1. León XIII (papa de 1878 a 1903): el papa social

Es el papa más longevo (murió a los 94 años) y su pontificado fue el segundo más largo del presente grupo (25 años), por detrás del de Juan Pablo II (duró 27 años). Promulgó en 1892 la famosa encíclica Rerum novarum, con la que inauguró la Doctrina Social de la Iglesia (DSI), la cual ha inspirado otras encíclicas o mensajes a varios papas, como veremos abajo (en el 40º, en el 50º, en el 80º y en el 100º aniversario). Con ese importante documento pontificio se intentaba recuperar al mundo obrero y abordar toda la cuestión social, teniendo en cuenta todos los acontecimientos acaecidos en el ámbito social desde la revolución industrial. Este papa inauguró el siglo XX, aunque vivió principalmente en el siglo XIX.

 2. Pío X (de 1903 a 1914): el papa doctrinal
Durante su pontificado dio doctrina para la música sacra (en 1903), doctrina contra el peligro del modernismo (la Pascendi, 1907), para la comunión a los niños (se le puede llamar, también, "el Papa de la comunión a los niños" o "el Papa de la Eucaristía") y, en el plano de la doctrina social de la Iglesia, fue el primero que dio una síntesis doctrinal sobre la Acción Católica, es decir, sobre los laicos en la Iglesia. También es conocido el Catecismo de San Pío X, debido a que también se preocupó en ofrecer una síntesis de la fe.

 3. Benedicto XV (de 1914 a 1922): el papa 'profeta de la paz'

Su pontificado estuvo marcado por la I Guerra Mundial, por eso y por sus insistentes llamadas a la paz en Europa, fue llamado "profeta de la paz"; de hecho, escribió la Pacem Dei munus (en 1920) sobre la restauración cristiana de la paz. En su pontificado se promulgó el Código de Derecho Canónico (1917), algo sin precedentes durante los anteriores 19 siglos de la Iglesia. Es un papa muy desconocido para el común de los cristianos (aún más para los no cristianos); en cambio, en él se inspiró Bendicto XVI (en 2005), tomando su nombre y diciendo que su papado sería corto, como el de Benedicto XV; lo cual se ha verificado en febrero de 2013, con su famosa renuncia.

4. Pío XI (de 1922 a 1939): el papa 'vaticano'

En 1922 se firmaron los "Pactos de Letrán" o "Pactos Lateranenses", dados en la Basílica de San Juan de Letrán, sede del Obispo de Roma (es el único obispo de la Iglesia católica que también es Papa), por los que se creaba el actual estado de la Ciudad del Vaticano, soberano e independiente, de muy reducido terreno, en Roma. Se ponía fin, definitivamente, a la larga historia de los antiguos Estados Pontificios. A Pío XI le tocó el tiempo de entreguerras (la I y la II mundiales); por eso escribió la Quadragesimo anno, sobre la restauración del orden social, cuando se cumplían 40 años de la Rerum novarum (encíclica de León XIII, el primer papa en el s. XX). Su secretario de estado, el cardenal Pacelli (futuro Pío XII), cosiguió el Concordato alemán en 1933 (con el III Reich). En 1937 firmó Pío XI dos documentos condenando tanto el nazismo como el comunismo, respectivamente.

 5. Pío XII (de 1939 a 1958): el papa diplomático

A este papa le tocó vérselas con los regímenes en medio de la II Guerra Mundial. Se vio recluido en el Vaticano por el régimen nazi. Había sido nuncio y luego secretario de Estado con el papa anterior (Pío XI) y suyo propio, cosa que llamó la atención, aunque él conocía perfectamente toda la curia vaticana y el oficio propio curial. Un radiomensaje suyo en 1941, recordó los 50 años de la Rerum novarum (de León XIII). También fue el "Papa mariano", por la proclamación del dogma de la Asunción de María (en 1954). Contrariamente a lo que se suele decir, falseando la verdad, ayudó a los judíos en su pontificado, de muchas maneras: directa e indirectamente; no condenó el nazismo porque ya estaba condenado (ver lo dicho de Pío XI) y porque podía acarrear grandes tragedias.

 6. Juan XXIII (de 1958 a 1963): el papa bueno

Su figura oronda y su faz bonachona, unidas a una gran cantidad de anécdotas suyas que rápidamente se propagaron, además de su talante bueno y positivo, hicieron que pronto se le llamara "el Papa bueno", que no significa "bonachón" en sentido peyorativo. De hecho, ese supuesto 'bonachón' convocó el II Concilio Ecuménico del Vaticano, dejando a todos con la boca abierta, pues nadie se lo esperaba. Rehabilitó a algunos teólogos renovadores pero anteriormente puestos en entedicho. Comenzó la renovación de la Iglesia. También promulgó la Mater et magistra (1961) y la Pacem in terris (1963), retomando la línea de la "Doctrina Social de la Iglesia" (DSI): por un lado eclesiológica (la Iglesia, como madre y maestra) y, por otro, la paz, en un mundo que se hallaba partido en dos, por la llamada "guerra fría", que él supo deshelar a base del calor que infunde la caridad y la oración.

7. Pablo VI (de 1963 a 1978): el papa sabio

Fue el Papa del Concilio Vaticano II, pues lo llevó a término, lo clausuró, y orientó su puesta en funcionamiento. Del mismo modo, convocó los primeros Sínodos monográficos en Roma, para toda la Iglesia. Promulgó la Populorum progressio (1967) y también la Octogesima adveniens (1971), a los 80 años de la Rerum novarum (de León XIII), en doctrina social de la Iglesia. Fue muy pensativo y conocido por su sabiduría, reflexión y moderación. Para los temas complejos, nombró comisiones; una de ellas trató los temas bioéticos, y ello dio lugar a la Humanae vitae (1968), la cual causó gran revuelo porque, básicamente, se trataba de temas sensibles para la sociedad.

8. Juan Pablo I (1978): el papa sonriente
El Papa sonriente. Ésa es la imagen que ha quedado de este papa de tan breve pontificado (apenas un mes): la de su gran sonrisa, que ya mostró en la anterior responsabilidad como patriarca de Venecia (antes de ser papa) y luego al ser elegido en el cónclave. Se acercó a todos, especialmente a los niños y, desde ellos, explicaba toda la doctrina católica con palabras muy sencillas, fáciles de entender para todos los públicos, plasmadas en sus cartas, tituladas como Ilustres señores (publicadas en la BAC minor). Quiso renovar la curia vaticana, pero no le dio tiempo.

9. Juan Pablo II (de 1978 a 2005): el papa viajero

Este gran papa (ha sido llamado ya: "Juan Pablo II el Grande" o "Juan Pablo II Magno") llevó el papado a la calle, a todos los continentes y países a los que alcanzó con sus numerosos viajes (más de un centenar) durante su larguísimo pontificado (27 años). Se inventó las JMJ o Jornadas Mundiales de la Juventud, por eso también es llamado "Papa de los jóvenes".  Fue el primer papa no italiano en el siglo XX y, además, el primero polaco de toda la historia de la Iglesia. También "Papa mariano", como Pío XII, con la constante de la Virgen de Fátima en su pontificado (incluso en las interpretaciones del grave atentado que sufrió). Protagonista de la caída del Muro de Berlín, primer papa que visitó Cuba y la Cuba comunista de Fidel Castro... Es el papa de "la primera vez que el Papa hizo esto o aquello", por lo cual será recordado de múltiples modos y en numerosos lugares, donde hoy se alzan grandes estatuas que lo conmemoran. En DSI, promulgó la Laborem exercens (1981), la exhortación postsinodal Sollicitudo rei socialis (1987: sobre el papel de los laicos en el mundo de hoy) y la encíclica Centesimus annus (1991), ésta a los 100 años de la Rerum novarum (de León XIII, en 1892). Como vemos, pues, aquella encíclica de León XIII ha hecho un recorrido memorable y conmemorado a lo largo y ancho del siglo XX. Consiguió cruzar el umbral del siglo XXI y del III milenio (como le había profetizado el cardenal primado de Polonia y su mentor); y sobre ello escribió varios documentos (la Tertio millennio adveniente, para preparar el Jubileo 2000 y la Novo millennio ineunte, donde habla de la espiritualidad de la comunión: gran redescubrimiento de cara al siglo XXI, para la Iglesia y el mundo).
 (No están descritos Benedicto XVI ni Francisco por haber sido elegidos papas en el siglo XXI.)

11.4.17

Resurrección del Señor (noche del Sábado Santo, mañana y tarde del Domingo de Resurección y octava de Pascua): sinopsis de los 4 Evangelios


Una vez presentada la sinopsis de los 4 Evangelios (como material de ayuda o complementario) para las celebraciones del Jueves Santo (tarde [aquí] y noche [aquí]), del Viernes Santo (tarde y noche [aquí]), presento aquí lo equivalente -los textos bíblicos encajados unos con otros, cronológicamente hablando, tomados de los 4 Evangelios (Mateo, Marcos, Lucas y Juan)- correspondientes a la celebración de la gran Vigilia Pascual, .«la madre de todas las vigilias» (S. Agustín), la misa del día del Domingo de Resurrección, la misa vespertida del mismo Domingo de Resurrección, así como toda la Octava de Pascua, durante cuyos días se van ofreciendo al pueblo de Dios cada uno de esos textos.


RESURRECCIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO

SEGÚN LOS CUATRO EVANGELISTAS

(Desde la Resurrección hasta las apariciones en Galilea)


La Resurrección del Señor 
(domingo de resurrección por la mañana)


Un ángel del Señor bajó del cielo, se acercó, hizo rodar la losa del sepulcro y se sentó en ella

(Mt 28,1-4 – Mc 16,1-4 – Lc 24, 1-3 – Jn 20,1)

Pasado el sábado, María Magdalena, María la madre de Santiago y Salomé compraron perfumes para ir a embalsamarlo. El primer día de la semana, muy de madrugada, al rayar el alba, antes de salir el sol, volvieron al sepulcro llevando los aromas preparados. Iban diciéndose: “¿Quién nos rodará la losa de la puerta del sepulcro?”. De pronto hubo un gran terremoto, pues un ángel del Señor bajó del cielo, se acercó, hizo rodar la losa del sepulcro y se sentó en ella. Su aspecto era como un rayo, y su vestido blanco como la nieve. Los guardias temblaron de miedo y se quedaron como muertos. [Las mujeres] levantaron los ojos, y se encontraron con que la piedra había sido rodada del sepulcro; era muy grande. Entraron en el sepulcro y no encontraron el cuerpo de Jesús, el Señor.
 
 

Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto

(Lc 24,12 – Jn 20,2-10)

Entonces [María Magdalena] fue corriendo a decírselo a Simón Pedro y al otro discípulo preferido de Jesús; les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”.
Pedro y el otro discípulo, se levantaron y salieron corriendo hacia el sepulcro los dos juntos. El otro discípulo corrió más que Pedro, y llegó antes al sepulcro; se asomó y vio los lienzos por el suelo, pero no entró.
En seguida llegó Simón Pedro, se asomó, entró en el sepulcro y sólo vio los lienzos por el suelo; el sudario con que le habían envuelto la cabeza no estaba en el suelo con los lienzos, sino doblado en un lugar aparte. Entonces entró el otro discípulo que había llegado antes al sepulcro, vio y creyó; pues no había entendido aún la Escritura según la cual Jesús tenía que resucitar de entre los muertos. Los discípulos se volvieron a su casa, maravillados de lo ocurrido.

(muy importante este texto anterior: "vio y creyó"; porque la Resurrección del Señor es el mayor signo: para que creamos, para que viéndolo, creamos, como creyó aquel discípulo amado de Jesús;
el resto de cosas que vendrán después, con ser muy importantes, nacen y surgen de esta anterior:
la fe en la Resurrección... porque si no creemos, entonces... ya nos pueden contar la Biblia en verso...)


“No está aquí. Ha resucitado. Va delante de vosotros a Galilea”

(Mt 28,5-7 – Mc 16,5-7 – Lc 24,4-8)

Entraron en el sepulcro y, al ver a un joven sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca, se asustaron y bajaron los ojos. Mientras estaban desconcertadas por esto, se presentaron dos varones con vestidos deslumbrantes. Pero el ángel, dirigiéndose a las mujeres, les dijo: “No os asustéis; sé que buscáis a Jesús nazareno, el crucificado. ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado, como dijo. Venid, ved el sitio donde lo pusieron. Recordad lo que os dijo estando aún en Galilea, que el hijo del hombre debía ser entregado en manos de pecadores, ser crucificado y resucitar al tercer día”. Ellas se acordaron de estas palabras. [Y continuó:] “Id en seguida a decir a sus discípulos y a Pedro: Ha resucitado de entre los muertos y va delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis, como él os dijo”.



“¡María!”. “¡Rabbuní!”

(Jn 20,11-17)

María se quedó fuera, junto al sepulcro, llorando. Sin dejar de llorar, se asomó al sepulcro y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, sentados uno a la cabecera y otro a los pies, donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le dijeron: “Mujer, ¿por qué lloras?”. Contestó: “Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han puesto”. Al decir esto, se volvió hacia atrás y vio a Jesús allí de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dijo: “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?”. Ella, creyendo que era el hortelano, le dijo: “Señor, si te lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto, y yo iré a recogerlo”. Jesús le dijo: “¡María!”. Ella se volvió y exclamó en hebreo: “¡Rabbuní!” (es decir, “¡Maestro!”). Jesús le dijo: “Suéltame, que aún no he subido al Padre; anda y di a mis hermanos que me voy con mi Padre y vuestro Padre, con mi Dios y vuestro Dios”.


Aquellas palabras les parecieron un delirio, y no las creían

(Mt 28,8 – Mc 16,8-11 – Lc 24,9-11 – Jn 20,18)

Ellas salieron huyendo y se alejaron a toda prisa del sepulcro, porque se había apoderado de ellas el temor y el espanto, y no dijeron nada a nadie porque tenían miedo. Regresaron del sepulcro; con miedo y gran alegría corrieron a llevar la noticia a los discípulos y contaron todo a los once y a todos los demás. Jesús resucitó al amanecer del primer día de la semana, y se apareció primero a María Magdalena, de la que había lanzado siete demonios. María Magdalena fue a decir a los discípulos, a los que habían andado con él, que estaban llenos de tristeza y llorando, que había visto al Señor y a anunciarles lo que él le había dicho. Ellos, al oír que vivía y que ella lo había visto, no lo creyeron. Eran María Magdalena, Juana y María la de Santiago y las demás que estaban con ellas las que decían estas cosas a los apóstoles. Aquellas palabras les parecieron un delirio, y no las creían.


Jesús salió a su encuentro

(Mt 28,9-10)

De pronto Jesús salió a su encuentro y les dijo: “Dios os guarde”. Ellas se acercaron, se agarraron a sus pies y lo adoraron. Jesús les dijo: “No tengáis miedo; id y decid a mis hermanos que vayan a Galilea, que allí me verán”.


“Decid que sus discípulos fueron de noche y lo robaron”

(Mt 28,11-15)

Mientras ellas se iban, algunos de los guardias fueron a la ciudad y contaron a los sumos sacerdotes todo lo que había ocurrido. Éstos se reunieron con los ancianos y acordaron en consejo dar bastante dinero a los soldados, advirtiéndoles: “Decid que sus discípulos fueron de noche y lo robaron mientras dormíais. Y si eso llega por casualidad a oídos del gobernador, nosotros le convenceremos y conseguiremos que no os castigue”. Ellos tomaron el dinero e hicieron como les habían dicho. Y este rumor se divulgó entre los judíos hasta el día de hoy.


Dos de ellos se dirigían a Emaús

(Lc 24,13-35)

Aquel mismo día, dos de ellos se dirigían a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos trece kilómetros. Iban hablando de todos estos sucesos; mientras ellos hablaban y discutían, Jesús mismo se les acercó y se puso a caminar con ellos. Pero estaban tan ciegos que no lo reconocían. Y les dijo: “¿De qué veníais hablando en el camino?”. Se detuvieron entristecidos. Uno de ellos, llamado Cleofás, respondió: “¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha sucedido en ella estos días?”. Él les dijo: “¿Qué?”. Ellos le contestaron: “Lo de Jesús de Nazaret, que fue un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo, cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestras autoridades lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él sería el libertador de Israel, pero a todo esto ya es el tercer día desde que sucedieron estas cosas. Por cierto que algunas mujeres de nuestro grupo nos han dejado asombrados: fueron muy temprano al sepulcro, no encontraron su cuerpo y volvieron hablando de una aparición de ángeles que dicen que vive. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y lo encontraron todo como las mujeres han dicho, pero a él no lo vieron”. Entonces les dijo: “¡Qué torpes sois y qué tardos para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que Cristo sufriera todo eso para entrar en su gloria?”. Y empezando por Moisés y todos los profetas, les interpretó lo que sobre él hay en todas las Escrituras. Llegaron a la aldea donde iban, y él aparentó ir más lejos; pero ellos le insistieron, diciendo: “Quédate con nosotros, porque es tarde y ya ha declinado el día”. Y entró para quedarse con ellos. Se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Entonces sus ojos se abrieron y lo reconocieron; pero él desapareció de su lado. Y se dijeron uno a otro: “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?”. Se levantaron inmediatamente, volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los once y a sus compañeros, que decían: “Verdaderamente el Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón”. Ellos contaron lo del camino y cómo lo reconocieron al partir el pan.


“¡La paz esté con vosotros!”

(Jn 20,19-23)

En la tarde de aquel día, el primero de la semana, y estando los discípulos con las puertas cerradas por miedo a los judíos, llegó Jesús, se puso en medio y les dijo: “¡La paz esté con vosotros!”. Y les enseñó las manos y el costado. Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Él repitió: “¡La paz esté con vosotros! Como el Padre me envió a mí, así os envío yo a vosotros”. Después sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les serán perdonados; a quienes se los retengáis, les serán retenidos”.


“Ved mis manos y mis pies.

Soy yo mismo”

(Lc 24,36-49)

Estaban hablando de todo esto, cuando Jesús mismo se presentó en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con vosotros”. Aterrados y llenos de miedo, creían ver un espíritu. Él les dijo: “¿Por qué os asustáis y dudáis dentro de vosotros? Ved mis manos y mis pies. Soy yo mismo. Tocadme y ved que un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo”. Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como ellos no creían aún de pura alegría y asombro, les dijo: “¿Tenéis algo de comer?”. Le dieron un trozo de pez asado. Lo tomó y comió delante de ellos. Luego les dijo: “De esto os hablaba cuando estaba todavía con vosotros: Es necesario que se cumpla todo lo que está escrito acerca de mí en la ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos”. Entonces les abrió la inteligencia para que entendieran las Escrituras. Y les dijo: “Estaba escrito que el mesías tenía que sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y que hay que predicar en su nombre el arrepentimiento y el perdón de los pecados a todas las naciones, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas. Sabed que voy a enviar lo que os ha prometido mi Padre. Por vuestra parte quedaos en la ciudad hasta que seáis revestidos de la fuerza de lo alto”.


Tomás no estaba con ellos cuando llegó Jesús

(Jn 20,24-29)

Tomás, uno de los doce, a quien llamaban “el Mellizo”, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: “Hemos visto al Señor”. Él les dijo: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el lugar de los clavos y la mano en su costado, no lo creo”. Ocho días después, estaban nuevamente allí dentro los discípulos, y Tomás con ellos. Jesús llegó, estando cerradas las puertas, se puso en medio y les dijo: “¡La paz esté con vosotros!”. Luego dijo a Tomás: “Trae tu dedo aquí y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente”. Tomás contestó: “¡Señor mío y Dios mío!”. Jesús dijo: “Has creído porque has visto. Dichosos los que creen sin haber visto”.

Ella fue a decírselo a los que habían andado con él

(Mc 16,9-16)

Jesús resucitó al amanecer del primer día de la semana, y se apareció primero a María Magdalena, de la que había lanzado siete demonios. Después de esto se apareció con una figura distinta a dos de ellos en el camino, cuando iban al campo. Éstos volvieron a dar la noticia a los demás, pero tampoco les creyeron. Después se apareció a los once estando a la mesa, y les reprendió su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo habían visto resucitado de entre los muertos.


Jesús se manifestó de nuevo a los discípulos en el mar de Tiberíades

(Jn 21,1-14)

Jesús se manifestó de nuevo a los discípulos en el mar de Tiberíades. Fue de este modo: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás “el Mellizo”, Natanael el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: “Voy a pescar”. Le contestaron: “Nosotros también vamos contigo”. Salieron y subieron a la barca. Aquella noche no pescaron nada. Al amanecer, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dijo: “Muchachos, ¿tenéis algo que comer?”. Le contestaron: “No”. Él les dijo: “Echad la red al lado derecho de la barca y encontraréis”. La echaron, y no podían sacarla por la cantidad de peces. Entonces el discípulo preferido de Jesús dijo a Pedro: “Es el Señor”. Simón Pedro, al oír que era el Señor, se vistió, pues estaba desnudo, y se echó al mar. Los demás discípulos llegaron con la barca, ya que no estaban lejos de tierra, a unos cien metros, arrastrando la red con los peces. Al saltar a tierra, vieron unas brasas y un pescado sobre ellas, y pan. Jesús les dijo: “Traed los peces que acabáis de pescar”. Simón Pedro subió a la barca y sacó a tierra la red llena de ciento cincuenta y tres peces grandes. Y, a pesar de ser tantos, no se rompió la red. Jesús les dijo: “Venid y comed”. Ninguno de los discípulos se atrevió a preguntarle: “¿Tú quién eres?”, pues sabían que era el Señor. Entonces Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio; y lo mismo el pescado. Ésta fue la tercera vez que se apareció a los discípulos después de haber resucitado de entre los muertos.
 

“Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”

(Jn 21,15-19)

Después de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?”. Pedro le contestó: “Sí, Señor, tú sabes que te amo”. Jesús le dijo: “¡Apacienta mis corderos!”. Por segunda vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”. Él le respondió: “Sí, Señor, tú sabes que te amo”. Jesús le dijo: “¡Apacienta mis ovejas!”. Por tercera vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?”. Pedro se entristeció porque le había preguntado por tercera vez si lo amaba, y le respondió: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo”. Jesús le dijo: “¡Apacienta mis ovejas!”. “Te aseguro que cuando eras más joven, tú mismo te sujetabas la túnica con el cinturón e ibas adonde querías; pero cuando seas viejo, extenderás tus manos, otro te la sujetará y te llevará adonde tú no quieras”. Dijo esto para indicar con qué muerte iba a glorificar a Dios. Después añadió: “¡Sígueme!”.


Éste es el discípulo que da testimonio de estas cosas

(Jn 21,20-24)

Pedro se volvió y vio que lo seguía el discípulo preferido de Jesús, el que en la pascua se recostó en su pecho y le había preguntado: “Señor, ¿quién es el que te va a entregar?”. Pedro, al verlo, dijo a Jesús: “Señor, y éste, ¿qué?”. Jesús le dijo: “Si yo quiero que éste se quede hasta que yo venga, a ti ¿qué? Tú sígueme”. Y entre los hermanos se corrió la voz de que aquel discípulo no moriría. Y no le dijo que no moriría, sino: “Si quiero que él quede hasta que yo venga, a ti ¿qué?”. Éste es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y el que las ha escrito; y sabemos que su testimonio es verdadero.
 

Fueron a Galilea. “Id y predicad el evangelio”

(Mt 28,16-18 – Mc 16,15-18)

Los once discípulos fueron a Galilea, al monte que Jesús había señalado, y, al verlo, lo adoraron. Algunos habían dudado hasta entonces. Jesús se acercó y les dijo: “Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura y haced discípulos míos en todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. El que crea y sea bautizado se salvará, pero el que no crea se condenará. A los que crean les acompañarán estos prodigios: en mi nombre echarán los demonios; hablarán lenguas nuevas; agarrarán las serpientes y, aunque beban veneno, no les hará daño; pondrán sus manos sobre los enfermos y los curarán. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”.


Se separó de ellos y subió al cielo

(Mt 28,19-20 – Mc 16,19-20 – Lc 24,50-53)

Jesús, el Señor, después de haber hablado con ellos, los sacó hasta cerca de Betania. Levantó las manos y los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos y subió al cielo, y se sentó a la diestra de Dios. Ellos lo adoraron y se volvieron a Jerusalén llenos de alegría. Se fueron a predicar por todas partes. Estaban continuamente en el templo bendiciendo a Dios. El Señor cooperaba con ellos y confirmaba su doctrina con los prodigios que los acompañaban.


Estos milagros han sido escritos para que creáis. Otras muchas cosas hizo Jesús

(Jn 20,30-31; 21,25)

Otros muchos milagros hizo Jesús en presencia de sus discípulos, que no están escritos en este libro. Éstos han sido escritos para que creáis que Jesús es el mesías, el hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre. Otras muchas cosas hizo Jesús. Si se escribieran una por una, me parece que en el mundo entero no cabrían los libros que podrían escribirse.

Detalle de la Resurrección del Señor (pintado por "El Greco")

(Fuentes de las imágenes: aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí y aquí; y más textos y reflexiones aquí)