21.6.12

Conociendo Navarra (III)

En el día de ayer -en que no tuve tiempo ni fuerzas para describir el recorrido turístico-histórico por tierras navarricas- hicimos un trayecto muy interesante, que os paso a relatar: Navarra Oriental.

El recorrido tenía las siguientes paradas: desde Pamplona fuimos directamente al Monasterio de Leyre, de allí, al muy cercano Castillo de Javier, de donde nos trasladamos a Sangüesa, en donde comimos; y, por fin, pasamos a la provincia de Zaragoza, visitando el pueblo medieval de Sos del Rey Católico. Una vez completado el trayecto, tornamos al "cuartel general", situado en el centro histórico de Pamplona.

En el Monasterio de Leyre, de benedictinos, vimos, nada más llegar, el cartel indicativo de la "Fuente de San Virila".


Resulta que San Virila fue un abad de la Abadía de Leyre, en plena Edad Media, y nos cuenta la leyenda sobre él (además de la historia propia de la abadía) que andaba el abad preocupado o cavilando sobre un aspecto de la Sagrada Escritura, que tanto aparece en el Antiguo Testamento (sobre todo, en los Salmos) como también algún eco de ello en el Nuevo Testamento (especialmente, en los Evangelios y, concretamente, en el Sermón de la Montaña, tras las bienaventuranzas). Se trataba del texto (o idea general) referido a la eternidad y a la temporalidad, es decir: "un día es como mil años y mil años como un día"; la eternidad para nosotros es una brevedad para Dios y en una brevedad, asombrosamente, podemos tener experiencia de la eternidad... Esta gran paradoja traía caviloso al abad Virila en aquel momento, de modo que un buen día, salió del edificio abacial paseando por las inmediaciones, hasta dar, ya dentro del bosque contiguo al monasterio, con un bello estanque, alimentado por una fuente natural... Allí reposó durante unos instantes, contemplando el lugar y admirando el canto del pájaro que igualmente que él también se había posado sobre el mismo estanque; en ese preciso instante, el abad Virila experimentó una gran belleza, casi inconscientemente digamos que tuvo como un éxtasis de hermosura, de la hermosura de Dios en su Creación, en las criaturas, en el agua, en las aves, en los árboles y las plantas... en medio de la más hermosa naturaleza, imbuido de silencio y de belleza, de contemplación y de unión con Dios..., casi sin darse cuenta... Y el abad se mantuvo por unos instantes en ese lugar y con esas circunstancias tan maravillosas, difícilmente explicables debido a su extrema sencillez, y por lo cual -a no ser otras mentes y corazones igualmente sensibles (como el del abad)- no se sabría entender por muchas explicaciones que se dieran al respecto...



Así, pues, el abad, volvió a su monasterio, caminando, por el mismo paseo por el que había llegado al estanque y en el que había escuchado el canto del que seguramente era un hermoso ruiseñor, paso a paso tornó sobre su recorrido de ida para volver a su celda y a su retiro... Cuando llegó cerca de la abadía, ya algo le sonó distinto, pues algo notaba en la fachada del edificio que le hacía pensar... Se llegó a la portería y evidentemente algunas cosas ya eran diferentes de cómo las había visto al salir... Sin darle demasiada importancia, quiso entrar y se topó con el hermano portero, al cual no reconoció en absoluto... y ello le extrañó aún más. Cuando el hermano portero se acercó al abad -sin reconocerle como tal- y le preguntó que quién era y que qué quería, el abad Virila se extrañó completamente y se dio a conocer, diciendo que era el abad, que si acaso no le conocía el hermano o qué... El hermano, evidentemente, extrañado, no podía dejar pasar a ese hombre extraño que decía ser el abad; le informó el hermano que ya tenían abad y que, evidentemente, no era él... Virila, entonces, no tuvo más remedio que pedir que saliera el abad y el prior, para ver si los reconocía o para aclarar el entuerto, que tomaba dimensiones realmente paradójicas... Salió el abad junto al prior del monasterio a la portería, llamados por el hermano que no salía de su perplejidad, y se presentaron ante Virila; éste se dio a conocer y dijo que era el abad, que se llamaba Virila, y que había salido hacía un rato de paseo al bosque contiguo, el mismo de la abadía, y que ahora volvía a su monasterio y que, claro, se encontraba en esta situación tan extraña e irregular de que nadie le conocía y de que él mismo no conocía a nadie (ni al hermano portero ni al abad ni al prior), pero sabía perfectamente las cosas de la abadía, pues habían estado a su cargo por completo durante años... De modo que el prior, consultando al archivero e historiador del monasterio, se dio cuenta de que hacía unos 300 años que había habido un abad llamado Virila y que, efectivamente, había desaparecido sin dejar rastro, de modo que lo habían dado por muerto y su inscripción funeraria permanecía junto a la de sus cohetáneos, de tres siglos atrás. El ya antiguo abad Virila no salía de su asombro... hasta que justo en ese momento cayó en la cuenta del buen humor de Dios, y de que Dios le había enseñado con un "pequeño" milagro una lección muy importante de la misericordia y de la omnipotencia del Señor, nuestro Dios... Precisamente había recibido el don de entender y de experimentar y de poder comunicarlo (que son tres dones distintos) el valor de la eternidad de Dios y de la temporalidad del hombre, de modo que sólo por voluntad de Dios puede el hombre experimentar tal eternidad, normalmente una vez ya muerto, pero, en el caso del abad Virila, también la experimentó en vida, pudiendo dar testimonio a sus sucesores, no de su tiempo, sino de tres siglos después. Evidentemente, el nuevo abad y el prior de ese momento se quedaron estupefactos al presenciar tal milagro, y no digamos el hermano portero, que no se podía explicar tal acontecimiento, que prontamente tildaron de "divino" y "milagroso"... hasta el día de hoy. Luego se añadió toda la leyenda, los hechos legendarios (que son los que van pasando de boca en boca y se van florenciendo, hermoseando, etc., con la imaginación bienintencionada de los escuchantes y de los trovadores o comunicadores de la misma a las generaciones siguientes). Pero éste es, en síntesis, el "milagro de san Virila", el cual abad pasó en seguida a engrosar la lista de "santos monjes" benedictinos, en concreto los que iluminan la vida y las obras (a lo largo de los siglos) del famoso Monasterio de Leyre, en Navarra... Que la experiencia de San Virila te pueda comunicar, querido hermano y amigo, querida lectora, querido desconocido o conocido, que la eternidad de Dios también es herencia del hombre que se pone en las manos de Dios, para que Él haga de él su bella Obra, su hermosa Creación.

Bien, en el Monasterio de Leyre vimos la cripta (la zona más antigua de todo el edificio, con unas basas tremendamente grandes y bien conservadas al mismo tiempo) y la iglesia abacial (que está sobre la anterior cripta), junto con alguno de los habitáculos adyacentes, pero no muchos, porque en seguida estaban las celdas de los monjes y los lugares de la propia clausura monacal, para preservar el silencio y el retiro de los benedictinos de Leyre, que viendo el Embalse de Yesa, los bosques contiguos y la soledad del lugar... tienen ya mucho trabajo hecho en el camino del cielo o en las "prácticas" para llegar (o experimentar) el paraíso, el nuevo Edén, la nueva Jerusalén, esa Ciudad santa que bajará de los cielos para extenderse o ampliarse o llegarse a todos los corazones (o almas o personas o inteligencias sentientes, según se quiera).


De Leyre tomamos el camino asfaltado a Javier, pero no al pueblo de Javier, que queda algo más allá, sino al Castillo de Javier, que queda algo más acá, y que es la casa natal de Francisco, el que hoy llamamos "San Francisco Javier", porque resulta que era Francisco de Javier, o sea: Francisco, nombre; y Javier, apellido; y como nació en el castillo paterno de Javier, fue ése el apellido que tomó de su familia noble (de la cual todavía hoy hay descendientes nobles, marquesado incluido -son los que a finales del siglo XIX, en 1896, se encargaron de construir una iglesia en la parte del castillo que fue la habitación donde nació Francisco, iglesia que se puede visitar hoy; la misma marquesa de entonces mandó construir un colegio apostólico, en 1904, complejo edilicio que alberga hoy a una comunidad de padres Jesuitas y al Centro de Espiritualidad de Javier, regido por los mismos jesuitas, al lado del cual se ha construido una modernísima aula de acogida y de convenciones o de grandes aglomeraciones, que sirve para multitudinarias eucaristías y jornadas que han tomado la denominación común de "Javieradas", día dedicado al ecuentro fraterno y espiritual, eclesial, a la sombra de san Francisco Javier, precisamente en Javier...). Pues bien, en la iglesia -lugar natal de Francisco- hay un altar lateral a la derecha, dedicado a la Virgen del Carmen (con escapulario del Carmelo Teresiano), en cuyo suelo de mármol se lee la inscripción, dentro de un círculo de mármol blanco, de: «Aquí nació San Francisco Javier».



 


¡Qué curioso que siempre haya un puntito "carmelitano" aquí y allá, vaya uno donde quiera o esté uno en cualquier lugar! ¡Qué cosas -carmelitanas- tiene la vida!, oye...

Tras dejar el Castillo de Javier, con toda la historia familiar y misional de Francisco Javier, patrón de las misiones católicas universales (junto con santa Teresa del Niño Jesús y la Santa Faz, conocida como santa Teresa de Lisieux o, sobre todo en ámbito hispanohablante, como "santa Teresita" -de nuevo, otra nota "carmelitana" en medio de la historia y espiritualidad jesuíticas...); decía que tras dejar Javier, encaminamos nuestros pasos en dirección a Sangüesa, villa hermosa como pocas, con grandes iglesias que visitar, especialmente la de Santa María la Real, románico-góticas, con sus vidrieras originales o restauradas, con los gruesos muros y gruesas columnas (todas ellas, de piedra sillar, piedra tallada, que denota la gran labor arquitectónica y artística que supuso cualquiera de esas grandiosas obras medievales, con sus continuas reformas, según iban pasando los siglos y cambiando los estilos artísticos, románico, gótico, renacentista, barroco, neoclásico... hasta el neogótico, modernista y contemporáneo...). En Sangüesa daba gusto pasear -como en tantos otros pueblos que conservan su aspecto antiguo, entre medieval y moderno- por entre las casas, caserones, palacetes, palacios señoriales, unos restaurados, otros abandonados a su suerte o a la preocupación repentina de sus dueños por conservarlo y recomponerlo, cambiándole quizá la función, pero manteniendo la belleza de la forma (o de la estructura formal, para los 'puristas'), de modo que pueda ser perpetuado (todo ello) a las generaciones siguientes, especialmente a las futuras y venideras... Así, por ejemplo, el Palacio de Viana (sede de los reyes navarros), convertido en gran biblioteca pública de Sangüesa, visitable en verano por las mañanas y en invierno por las tardes. Y otros monumentos destacables, tanto iglesias como palacetes, que sería prolijo elencar en este lugar.



Talla de la Virgen del Carmen, con detalle del Escapulario OCD
(Iglesia de Santiago, Sangüesa, Navarra)



Talla de Santa Teresa de Jesús
(colocada enfrente de la anterior Virgen del Carmen)
(Iglesia de Santiago, Sangüesa, Navarra)


Por último, tras la visita a Sangüesa (y habernos habituallado convenientemente), nos trasladamos a Sos del Rey Católico, bellísima localidad, medieval y moderna toda ella (todo el casco antiguo, especialmente), que está literalmente asentado sobre la montaña, cuya cúspide es el castillo de Sos, y cuyas calles, con continuas subidas y bajadas -no exentas de tremendas y rudas escalinatas-, serpean y hacen perderse al visitante en otro tiempo, en otro lugar, siempre pasado, siempre plurisecular, que dan la nota original y de obligada visita (tanto para el turista experto como para el inexperto). En Sos, a finales de los setenta, se filmó la película "La Vaquilla" (del valenciano Luis García Berlanga), película más cara del cine español hasta 1984; sigo esto porque el castillo y las distintas terrazas, bancales construidos, pequeños jardines, etc., están plagados de sugerentes esculuras metálicas representando la típica silla de director de cine o de actor cinematográfico..., cada una con una inscripción ("al productor", "al director", "al actor", etc.), con citas textuales sacadas del diálogo de los personajes representados por cada uno de ellos en dicha película... Sos es como un pueblo fantasma en las horas después de la comida (pues el calor en verano arrecia tremendamente), pero a la vez es un pueblo muy cuidado, muy restaurado, asombrosamente en pie y no de guerra sino de acogida al visitante, para enseñarle cómo comenzó a ser lo que fue en otro tiempo y cómo se viene perpetuando en el presente, a pesar del continuo éxodo poblacional hacia las zonas urbanas y su consiguiente deshabitación y despoblación... Con todo, Sos del Rey Católico, además de la gran historia que lleva a sus espaldas (y muestra orgulloso en los blasones que penden de su pecho), posee un atractivo sin igual para los hombres de nuestro siglo, al menos como recordatorio de lo que fue y pasó y llega a nuestros días casi intacto y se posa en nuestras manos (ante nuestros ojos) para que podamos apreciarlo, conociéndolo, y manteniéndolo (no sólo conservándolo sino alimentándolo para -igualmente que antes- perpetuarlo a las generaciones futuras).


Me queda apuntar de Sos del Rey Católico que fue la sede escogida para fundar un imponente convento de carmelitas descalzos, en pleno siglo XVII, convento que (estando repleto de arte de sello carmelitano), aun a pesar de la desamortización y sus males, fue adquirido entre los últimos años del siglo XIX y los primeros del siglo XX por la Orden de los Agustinos Recoletos (OAR), concretamente por la Provincia OAR de Colombia, y reconvertido en convento de acogida para los misioneros, luego para los formandos o jóvenes en formación que tenía la Orden, estudiando filosofía y teología, de modo que llegó a ser Seminario Mayor OAR, cosa que luego se transformó en casa de acogida para todo tipo de convivencias (tanto durante el año, como en los meses de verano, en que se ve llena por completo), dirigida a la Orden y también a otros colectivos. Uno de los cuatro padres agustinos recoletos que forman la comunidad actual tuvo a bien enseñarnos todas las dependencias (tanto públicas como privadas: la iglesia -pública-, la sacristía -semipública-, el claustro -semipúblico-, con las exposiciones misioneras y de historia del convento, el grandioso frontón -semipúblico-, etc.). El titular de la iglesia es Nuestra Señora de Valentuñana, que es, precisamente, la Patrona de Sos del Rey Católico, y, por eso, el lugar se denomina: "Santuario de Nuestra Señora de Valentuñana" o, abreviadamente, "Santuario de Valentuñana", el cual es conocido en toda la localidad.

Pintura relativa al Niño Jesús de Praga, devoción carmelitana
(Antiguo Convento de Carmelitas Descalzos, Sos del Rey Católico, Zaragoza)


















Lienzos representando a Sta. Teresa de Jesús y a S. Juan de la Cruz
(Antiguo Convento de Carmelitas Descalzos, Sos del Rey Católico, Zaragoza)


Pintura mural representando a Sta. Teresa de Jesús
(Sacristía del antiguo Convento de Carmelitas Descalzos, Sos del Rey Católico, Zaragoza)




Fotografía de una vista panorámica del Santuario de Ntra. Sra. de Valentuñana
(Museo de los Agustinos Recoletos en el Santuario de Valentuñana,
antiguo convento de Carmelitas Descalzos, Sos del Rey Católico, Zaragoza)

Y de allí, contentos y agradecidos, volvimos por la carretera que nos separaba de nuestra base o lugar de partida, que era y es Pamplona, en el centro de nuestras operaciones turístico-histórico-artístico-religioso-espiritualess, que eso vienen a ser estas cosas que dejo por escrito en este blog, convertido momentáneamente en "cuaderno de bitácora" mientras dure el viaje, que poco le queda ya...

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