2.7.12

¡¡Viva España!!

¡¡VIVA ESPAÑA!!
 
por el deporte,
por la historia, por las tradiciones,
por la religión, por la espiritualidad,
por la lengua (las lenguas),
por la idiosincrasia, por el gracejo,
por la variedad (y lo variopinto),
por el clima, por la geografía,
por las aspiraciones y los deseos,
por los frutos de la tierra, del cielo y del agua,
por la genealogía (de rancio abolengo y la nueva),
por la península, islas y ciudades autónomas,
por la internacionalidad,
por Hispanoamérica,
por ser humilde y gallarda a la vez,
por el buen humor, por su refranero,
por el pasado y el presente y (sobre todo) el futuro,
por los valores que da el lugar y el desarrollo de la personalidad colectiva-individual...

Sobre esto último, recuerdo lo que Ángel Ganivet explicaba con buenos ejemplos (militares, pues era de familia militar) respecto del influjo de la geografía en el espíritu humano colectivo del lugar (en su obra por Espasa-Calpe, en la colección "Austral"- titulada: Ideárium español. El porvenir de España).
Así, el autor diferenciaba entre tres modos de presentarse la geografía de una nación: continental, peninsular e isleña; y, en función de esa presentación, dada per se, se había modulado de una manera ciertamente misteriosa el carácter de cada nación. Veámoslo de pasada.

Continental: las naciones que no tienen ninguna defensa natural (como costas o cordilleras), sino que han estado expuestas a las invasiones de los países vecinos y han tenido que confiar unos en otros y aguantar -en grupo- todo envite externo; la fuerza de estas naciones ha residido, principalmente, en la fuerza del colectivo y en la confianza del grupo, de modo que, juntos, han podido repeler a los enemigos. Cuando han sido atacadas y desbaratadas sus defensas internas, entonces como resultado han sido naciones "traídas y llevadas" con variadas hegemonías (p.e., Polonia -hasta que se pudo deshacer de sus enemigos y fundarse como nación independiente, hacia el s. X); o bien han conseguido mantener ellas mismas su propia hegemonía sobre otras naciones, a veces por medio de los pactos y alianzas (p.e., Imperio Sacro Germánico, Imperio Austro-Húngaro, etc.).

Peninsular: toda nación peninsular tiene sus costas como defensas ante el enemigo y ello le ha dado seguridad, por lo que ha funcionado casi siempre con gran autonomía; pero la nación peninsular posee un punto débil: el istmo, que suele ser un paso fronterizo complicado (los Pirineos para España; los Alpes para Italia, etc.). A veces ocurre como en el caso español: en que no ha habido uno sino dos istmos: los Pirineos y el estrecho de Gibraltar (pensemos hoy que por ese "istmo" hay un inmenso flujo de entrada y salida de norteafricanos; y por ese istmo entró el Islam en el s. VIII). Si miramos a la historia de las naciones peninsulares, a través del istmo han entrado las civilizaciones enemigas, las cuales o bien han sido repelidas inmediatamente (como el caso galo -cuando era Imperio Carolingio-, deteniendo justo en el "istmo" pirenaico -la marca hispánica- la invasión sureña); o bien las naciones invasoras se han quedado en esa nación peninsular, teniéndose ésta que amalgamar y adaptar a las costumbres de las conquistadoras (pensemos en la entrada de fenicios, romanos, varios pueblos godos, etc.); los conquistadores, a su vez, se ven influídos por lo autóctono y su carácter, el espíritu del lugar..., y se transforman, finalmente, en algo peninsular (p.e., el caso griego: Grecia fue conquistada militarmente por Roma, pero Roma fue conquistada culturalmente por Grecia). Además de todo ello, o precisamente por ello, cuando la resistencia del colectivo ante el enemigo no ha funcionado, se ha solido confiar en el ingenio -que no la fuerza ("más vale maña que fuerza")- de las personas vistas singularmente, gracias a las cuales se ha podido recuperar por los propios el gobierno de la nación (p.e., el caso español en la Guerra de la Independencia, 1808-14; de ahí, vienen tácticas o estrategias militares tales como las "guerrillas").

Insular: las naciones insulares están rodeadas de "murallas" invisibles, que son sus costas; éstas hacen que dichas naciones tengan un carácter especial, muy suyo (pensemos en el caso inglés o británico), por la mera configuración insular de la nación. No tienen puntos débiles (istmos); y ésa es su fuerza. Pero la historia nos dice que hasta las islas han sido conquistadas... Por lo cual hemos de suponer -y lo comprobamos en las crónicas de esas naciones insulares- que, una vez traspasadas esas 'murallas invisibles' por el enemigo, ya no ha quedado escapatoria a los autóctonos, de modo que la amalgama con el invasor ha sido aún más intensa que en las naciones peninsulares, dando lugar así a productos del todo originales y extraños para otras latitudes (p.e., lenguas como el maltés, que tiene algo de árabe, algo de inglés, algo de italiano y, por supuesto, lo propio maltés, que lo hace diferenciarse del resto de influjos); la nación insular confia, en último término (o como esperanza constante, aunque nunca expresada ante el enemigo), en el genio personal o individual, con más fuerza aún que la nación peninsular; o bien, en una ayuda extranjera, que haga sacar de la isla al invasor y vuelva ésta a su estado anterior (aunque, normalmente, nunca se vuelve del todo a lo anterior).


En fin: ¡¡que viva España!! Y gracias a nuestros futbolistas (y a todos los deportistas españoles)...

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