2.11.16

La muerte (reflexión cinéfila)


La muerte


(reflexiones tras haber visto la película ¿Conoces a Joe Black?,
de Brad Pitt y Anthony Hopkins [original de 1998; vista en TV en 2005])
(subtítulo de la versión inglesa: «Más pronto o más tarde todo el mundo lo hace»)



La muerte... Así dicho, asusta. No nos acostumbramos. Y camina con nosotros todos los días, siempre, a cada momento, sin parar, continuamente. Se enamora de nosotros hasta que ya no lo puede soportar y, entonces, nos declara su amor, sus intenciones de llevarnos con ella para siempre, de manera definitiva. Pero nos sigue asustando... quizá, porque no nos acostumbramos a las cosas definitivas, pensamos que siempre se puede volver a reponer o a empezar, o que puede haber otro modo, como otra oportunidad o algo así. “A rey muerto, rey puesto”, reza el dicho. Cuando algo se rompe, se cambia por otra cosa nueva que la sustituya; así funciona el mundo. Así son las cosas: los objetos, los cargos y responsabilidades, los viajes, los lugares, las relaciones personales, los amores... Porque también pasa con las personas: sí, queremos cambiar y poner a otra persona cuando alguna de nuestro entorno desaparece. No sería lo acertado, mas esto es lo que hacemos.

La muerte nos abraza cálidamente y, mientras, en lo que dura el abrazo, buscamos quién seguirá lo comenzado o intentamos prever qué habrá en nuestro lugar; tal vez sea por el deseo irrefrenable de influir más allá del espacio y del tiempo que vivimos, por el deseo de inmortalidad, es decir, de negación de la muerte. Y, sin embargo, la muerte se afirma por sí sola, sí, mientras la negamos. Ella nos mira con ternura, condescendiente y llena de compasión, sabe que somos como niños... queremos el juguete nuevo de la vida, jugar con él todavía un poco más. Pero el niño no juega eternamente, también come, ríe, pasea, duerme, lee, mira las estrellas, escucha a los mayores, acompaña a los ancianos de la mano... aunque parece que todo está rodeado de juegos, que siempre está jugando, y en cierta manera así lo hace: rodea su vida de juegos, disfruta viviendo como disfruta del juego, lleno de creatividad, ilusión, fantasía e imaginación, sin límites ni apariencias y poniendo todo su ser en ello, todo su ser, sinceramente, abierto a lo nuevo, con amor.

Así es. Tampoco es tan fea la cosa. Es más bonita de como la pintan. Ella es, nosotros decidimos qué relación establecemos con ella; podemos odiarla o amarla. De todos modos, nos va a acompañar en el camino. Así que... si nos hacemos amigos suyos, si, aún más, nos enamoramos de ella... en fin, puede ser algo verdaderamente maravilloso, excepcional y emocionante. Quizá entonces nos entusiasmemos por fin de lo que somos más que de lo que tenemos o hemos tenido. Las posesiones han pasado, nuestra historia permanece en los corazones y en la memoria de los que nos vieron nacer, crecer, evolucionar y desarrollarnos. Y permanece el amor, eso intangible e inmaterial; queda grabado en el libro de la vida; nuestra vida, si lo fue realmente, no muere, vive para siempre.


(10.04.2005)
(la foto del cartel está tomada de la explicación de la película en la Wikipedia inglesa)
(críticas sobre la película, aquí - no sólo me gustó, sino que me motivó a escribir esto)

 
(Publicado el 12 de junio de 2012)


2 comentarios:

  1. Qué bonita reflexión nos compartes... pero qué sería de nuestro amor por la muerte sino en realidad, amor por la vida, al aceptarla en nuestro camino...

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    1. Sí... Creo que, en realidad, se trata de aceptar la vida tal como es..., entonces se acepta el hecho de la muerte (cuando viniere) y se vive tranquilo ante la posibilidad de su advenimiento (que se sabe seguro vendrá)... Gracias, Óscar Iván :)

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